Capítulo 5. Promesas y más promesas...

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Son bien entradas las diez de la noche cuando aparco el coche en nuestro camino de entrada. Marcus me ha llamado un millón de veces para ver dónde estaba y yo no he respondido ninguna. Adoro a mi hermano pero tengo que admitir que cuando quiere puede ser muy pesadito.

En el momento en el que abro la puerta oigo su voz llamándome.

-          ¡Alexandra!

Sus pasos resuenan por la escalera a medida que baja para reunirse conmigo en la entrada y yo pongo los ojos en blanco cuando veo su ceño fruncido. Siempre estamos igual…

-          ¿Dónde estabas? –pregunta nada más se coloca enfrente –Te he llamado y…

-          Sé que me has llamado. –le corto caminando hacía la cocina. Sus pasos me siguen –Pero no tenía ganas de contestar.

-          ¿No tenías ganas?

-          Em, no.

Abro la nevera y saco una botella de agua bien fresquita. Aunque estemos a principios de abril parece que estamos en agosto.

Marcus se queda parado a mi lado, casi sin respirar, supongo que esperando alguna clase de explicación por mi parte. Bueno, pues tiene un gran problema si piensa que voy a contarle donde he estado. Nunca le digo donde estoy cuando tardo más de la cuenta en volver porque se preocuparía.

Estaba con mis padres.

O mejor dicho, con lo que queda de ellos.

Una vez por semana voy al cementerio y paso con ellos unas horas, hablándoles o simplemente dibujando. Sé que no es la terapia más sana pero es lo que más me ha ayudado después del doctor Paterson. Les echo de menos todos los días y necesito estar con ellos, aunque sólo sea estar junto a sus tumbas, esperando que mi madre vuelva a mi lado y me abrace o que mi padre me lleve a caballito como solía hacer cuando era pequeña.

No puedo despegarme de ellos aunque hayan pasado casi seis años. Y sé que una parte de mí va allí porque sabe que yo también debí estar así, como ellos. Muerta.

Miro a Marcus notando como el escalofrío sube por mi columna a medida que el recuerdo del accidente vuelve a pasar por mi mente una vez más.

-          ¿Estás bien?

No sé cómo es capaz de leerme tan bien aun cuando trato de parecer normal.

-          Sí. –invento una sonrisa de plástico y cierro la botella de agua –Deja de comportarte como un chip localizador, por favor. Tengo casi veintiuno y tú solo veinticuatro. No eres tan mayor.

-          Me da igual, Alexandra. –Ya estamos con ´´Alexandra'' -No puedes irte durante casi trece horas sin darme una explicación. Además, ni siquiera es la primera vez. ¿Se puede saber qué haces tanto rato tú sola?

-          ¿Quién te ha dicho que esté sola?

No estoy sola. Tengo a mis padres.

Marcus abre mucho los ojos.

-          ¿Estás con alguien? –puedo ver el humo saliendo de sus orejas –Cómo sea un chico…

-          ¿Y qué si lo es? –me está empezando a molestar como él sabe que no debería –Creo que puedo decidir yo solita si quiero o no salir con alguien, ¿no crees?

Y dejándole con la palabra en la boca, salgo de la cocina y subo las escaleras a toda mecha para que deje de hacerme el tercer grado. Me siento como una niña cuando estoy cerca de él. Y creo que disfruta teniendo poder sobre mí, igual que disfruta teniendo poder sobre el ring. Es tan frustrante…

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