Ophelia nunca encajo en ningún lugar, realmente no lo necesitaba, pero eso no impido que su madre le empacara una bolsa de dulces con la intención de que su pequeña encontrara amigas. El primer día siempre era importante. Los niños a veces podían crueles, pero nadie se resiste a un dulce ¿No?
Ese pensamiento se vio alejándose, esa misma tarde cuando entro al jardín de niños y la encontró oculta debajo del gran tobogán verde, con los ojos hechos cascadas de lagrimas, y dulces pegados en su castaño cabello. Parecía que se habían esforzado para que se quedaran inertes, incrustados en las trenzas que le peino esa mañana.
Talvez si le hubiera aconsejado, antes de salir de casa. Que guardara sus historias de aliens o aquella no tan olvidada historia de su increíble hazaña, cuando derrumbo un castillo de legos con solo mover sus dedos, aquellos dedos chispirripiantes de "magia" que ella juraba poseer. Se sintió culpable, dejando que ella viviera en un mundo de fantasía cuando el mundo era cruel y despiadado.
Para el siguiente de escuela se preparo para darle un abrazo reconfortante y llevarla a comer helado, su mayor sorpresa fue encontrarse con niños mas junto a ella, uno mas alto que el otro. Con palos de escobas que simulaban ser espadas, rodando por el piso como si de espías se trataran.
Lo siguiente que supo fue que estaba llevando a tres niños a comer helado.
