Capítulo 1: La sorpresa.

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Me encontraba en una pradera de un color verde precioso, era muy amplia y no parecía haber nadie, solo se escuchaba el sonido de las hojas de un árbol cercano que se golpeaban una contra otra a causa de la floja brisa que había; no sabía que hacía allí ni mucho menos como había llegado, pero estaba sola y algo tenía que hacer.

Sentí una presencia detrás mía, y bruscamente me giré.

-¡Hola!- Un chico sonriente me saludó.

-¿Quién eres?- Le pregunté.

-Soy Daniel.

-¿Nos conocemos?

No le había visto en mi vida y no parecía tener intención de contestarme a la última pregunta, aunque no le dí importancia porque lo que realmente me sorprendió fueron sus ojos. Me quedé fijamente mirándolos asombrada, ¡Son azules! Son azules claros, de un color intenso... estaba embobada en su mirada.

-No puede ser... ¡Eres humano!- Exclamé.

Él lo único que hizo fue soltar una leve sonrisa.

¿Y cómo puede ser posible que me pueda ver? Si yo... soy invisible ante sus ojos, no lo conseguía comprender por más que lo pensaba, pero ese pensamiento se iba esfumando poco a poco, no lo podía evitar... es que era tan guapo... y tan alto, con el pelo castaño, tiene una sonrisa que enamora es...

*Pi pi pii piii* El despertador sonó, conseguí vagamente abrir un ojo, ¡No! ¿¡Sólo era un simple sueño!? Pero parecía tan real... me negué a levantarme y volví a cerrar fuertemente los ojos, quería volver a dormirme, a volver a ver a Daniel, quería saber como terminaba el sueño.

-¿Samantha?- Me llamó mi madre encendiendo la luz de la habitación.

-¿Quééé?- Contesté bajo las sábanas, cubriéndome de la luz.

-¿Sabes qué día es hoy?

-¿Un día de un mes cualquiera?- Contesté rápidamente y con tono irónico.

-¿Vale, si tú lo dices?- Dicho esto se fue y me apagó la luz.

Intenté volverme a dormir, olvidando lo que me había dicho mi madre. Pero acabé dándome por vencida; sabía que no iba a ser capaz de volverme a dormir, miré el reloj de mi mesilla, miré la hora, las 8:31 del 29 de... -¡Hoy es mi cumpleaños!- Dije saltando rápidamente de la cama.

Hoy era mi cumpleaños de verdad, hoy era 29 de febrero, solo cada 4 años puedo celebrar verdaderamente mi cumpleaños, y hoy, ¡Es el día!

Baje rápidamente por las escaleras para encontrarme con mis padres que estaban en la cocina. Pero en aquel momento estaba tan emocionada que di un traspiés bajando las escaleras y caí al suelo, me hice polvo la rodilla, pero me daba igual yo seguí caminando.

Aparecí en la puerta de la cocina con la pierna ensangrentada, mis padres se quedaron mirandome.

-¿Pero qué has hecho?- Mi padre se fue acercando poco a poco para observarme mejor la pierna. -Estas sangrando y no es poco precisamente.

-Na, me he caído...- Le dije tímidamente.

Menos mal que mi padre era uno de los médicos más prestigiosos de nuestro mundo, me lo supo curar rápido, me paso la mano por la rodilla y me desapareció completamente, ni sangre, ni una sola marca, ni dolor. Le di las gracias y seguidamente él me dio un fuerte abrazo.

-Felicidades hija.- Me dijo mientras me soltaba.

Se acercó mi madre y me dio un gran beso.

-Felicidades mi amor.- Me dijo mi madre, con una gran sonrisa. -Veo que ya te has acordado de que día es hoy, pensaba que te ibas a quedar durmiendo toda la mañana.- Soltó una leve carcajada.

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