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—Chanel, despierta.

Una mano me zarandea el hombro, pero me niego a abrir los ojos.

—Coco...

Protesto en voz baja al mismo tiempo que me acurruco en el asiento con las rodillas pegándolas al pecho. De pronto, siento a Neón colarse por el hueco del asiento y desabrocharme el cinturón.

— ¿No te parece que tres horas de siesta han sido suficientes?

—Haber conducido más rápido —bostezo—. Se me ha hecho el viaje eterno.

Me restriego los nudillos por los ojos para aclararme la vista. La oscuridad de la noche envuelve la zona donde Neón ha aparcado su deportivo. Apenas distingo en qué lugar de Sicilia nos encontramos; el mar, oculto tras un muro de ladrillo, se hace escuchar al igual que las hojas de palmeras que son azotadas por la brisa.

— ¿Dónde estamos? —le pregunto, mientras me estiro.

—En Aci Castello.

Con razón hemos tardado en llegar, ¡estamos en la otra punta la isla!

— ¿Por qué tus amigos no celebran su maldita fiesta en Palermo? —exijo saber.

— ¿Qué más te da, si has venido durmiendo todo el rato? —responde, mientras hace descender las puertas de su coche para que no pueda volver a sentarme.

—Estaba reponiendo las pilas, porque esta noche tiene pinta de que será muy larga...

Neón me pasa un brazo por encima de los hombros y me insta a caminar. La carretera por la que nos guía es poco más que un sendero mal asfaltado. De hecho, las piedrecillas se cuelan por los huecos de mis sandalias y se hunden en las plantas de mis pies. Por si fuera poco, Neón me indica que vaya por el borde del camino, donde la maleza se extiende y me roza las piernas.

—Dios, ¿qué zona es esta? —protesto, lo que hace que Neón me empuje a andar más rápido.

—Vamos, casi hemos llegado.

Una nueva réplica se me atasca la garganta cuando un cartel luminoso, cuyas letras de neón soy incapaz de descifrar, se estampa contra mis ojos. El recinto está cercado por una pared cubierta de enredaderas que se derraman sobre los ladrillos. Desde el interior, las palmeras se alzan creando una pantalla natural que oculta aún más el club.

— ¿De verdad esto es una discoteca exclusiva? Porque parece un puticlub de carretera —comento, mirando a Neón por dentro.

—Aún no lo has visto por dentro —un hoyuelo se marca en su comisura al sonreír.

— ¿Crees que eso me tranquiliza?

Neón me arrastra hacia la entrada donde un hombre corpulento y trajeado custodia la doble puerta de metal. El hombre, en cuanto nos ve acerarnos, se lleva la mano al pinganillo y murmura en un idioma desconocido. Después, se vuelve hacia Neón y asiente con la cabeza.

Avanti, signore.

El segurata le dirige un gesto cómplice a Neón, quien sonríe.

Grazie, Yago.

Neón le palmea el hombro antes de avanzar hacia la puerta y abrirla. Dentro detrás de él con la cabeza agachada. Entonces, espero a estar a solas con Neón para hablarle en voz baja:

— ¿Os conocéis?

—Claro —se encoge de hombros, restándole importancia.

El corazón se choca contra las paredes de mi pecho mientras el sudor se expande por mi espalda.

LEAVING TONIGHTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora