7

34 1 0
                                    

El dolor me atraviesa los huesos cuando recupero la conciencia, como si estos se hubieran desintegrado bajo mi piel. Intento respirar, pero el aire me calcina los pulmones. Empiezo a toser, hasta que mi columna revive el peso de todas esas pisadas hundidas en mis costillas, y una bocanada de aire se me atasca en la garganta. No puedo moverme, respirar ni abrir los ojos. El simple hecho de estar recostada sobre esta superficie, por muy mullida que sea, hace que todo mi cuerpo arda.

El tumulto de voces que me rodea me causa dolores de cabeza. Los sonidos perforan mi cerebro al igual que las náuseas acosan mi estómago. Intento taparme la boca, pero el dolor en mis codos y muñecas me detiene en seco. Me retuerzo con un sollozo desprendiéndose de mis labios.

Lo sai se le hanno rotto qualche osso, eh? —habla, una mujer.

E che facciamo, Olimpia? Andiamo in ospedale per farci denunciare o per farci ammazzare dai russi? —le responde un hombre.

Reconocería su voz en cualquier lugar, pero es el aroma de su perfume impregnado en la sábana que me cubre lo que me confirma su presencia.

—Non c'è nessuno che ti fa ragionare... —protests, la chica de antes.

Sta aprendo gli occhi.

Neón me encuentra con los ojos clavados en él. Está sentado en un rincón del dormitorio, sobre un sofá de cuero negro, con la mirada fija en mí. Aunque lleva la misma ropa de anoche, ahora unas manchas rojas estropean su camisa. Me pregunto si a él también lo golpearon, aunque en su rostro no hay signos de pelea.

Su cabello está alborotado y sus facciones tensas. No relaja el gesto, ni aparta la vista, como si estuviera analizando hasta la más mínima respiración que se atasca en mi pecho. En otras circunstancias, su mirada insistente me habría incomodado, pero ahora... me resulta indiferente. Sus ojos verdes están vacíos.

El colchón se hunde a la altura de mis pies. Y de repente, una larga melena rubia se interpone en el cruce de miradas con Neón. Olimpia alarga el brazo para acariciarme la pierna, pero se detiene al ver que aprieto la mandíbula en anticipación a su gesto.

— ¿Cómo te encuentras, cielo? —su voz es suave, con una ligera pincelada de su acento que la embellece.

Olimpia no sabe cómo interpretar mi silencio y trata de llenarlo con otra pregunta.

— ¿Te duelen los...?

Olimpia debe sentir la mirada gélida de Neón clavada en su espalda y se interrumpe a sí misma.

—No estábamos seguros de darte algún medicamento para el dolor, después de todo lo que has tomado hoy. No queríamos que te pasara algo peor —se justifica, agachando la cabeza.

Enmudezco una vez más.

— ¿Te cuesta respirar...?

—Olimpia —la voz de Neon es firme, autoritaria.

Olimpia tuerce el gesto, visiblemente molesta. La incomodidad se apodera del silencio y decido que no puedo quedarme más aquí. Intento incorporarme, disimulando un quejido de dolor. Es entonces cuando me doy cuenta de que la ropa que me abriga es en realidad una camisa blanca y ancha.

— ¿Dónde está mi ropa? —miro a Neón.

—Se ha quedado allí. Al igual que tu teléfono —responde, calmado—. No nos dejaron pasar a recogerlo.

—Cojonudo... —murmuro.

—Olimpia te puede prestar algo de ropa.

—No quiero las bragas de tu novia.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 23, 2024 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

LEAVING TONIGHTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora