8. Viernes (segunda parte).

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Había pasado cerca de dos horas desde que Sasha me dejó en el portal, aunque no lo sabia exactamente ya que no tenía reloj. No quedaba ningún lugar seco en la ropa que llevaba, no sentía los pies ni las manos, tampoco la nariz y las orejas. Estaba sentada en la puerta del portal temblando como un conejo. No sabía que podía hacer, me sentía estúpida por haber rechazado la ayuda de Sasha. Pero las cosas ya estaban hechas... Así que aquí estaba, sentada en la helada losa en el portal de mi abuela sin saber a donde ir.

Había pasado alrededor de media hora más, aunque no lo puedo saber con certeza, ya que los minutos se vivian en horas. Una sombra aparició al final de la calle y pude contemplar que se estaba acercando hacia mí. No pude observarle bien ya que el viento y la lluvia me lo impedían. Cuando me quise dar cuenta esa persona ya estaba delante mía; subí la mirada y me encontré con los ojos de Sasha mirando fijamente los míos. Tendió su mano y yo la recibí encantada y me levanté.

-Lera me obligó a ir a ver si estabas bien ya que no respondías a las llamadas y nadie de tú familia sabe tu ubicación. Vamos, te llevaré a mi casa.

-S -si. D-de acuer-rdo. - le dije yo tiritando del frío y estornudé. El me miró con preocupación.

Bajamos un par de calles y tras meternos en un par de callejones más llegamos. Subimos en el ascensor, y al salir vi a una chica de más o menos metro setenta de altura, con el pelo como una fregona, la ropa sucia y mojada; además estaba tiritando del frío. Tardé 3 segundos en darme cuenta de que el bicho que veía era mi reflejo. Sentí mis mejillas rojas.

-Es por aquí. - la voz de Sasha me sacó de mis pensamientos. Asentí y entré en el piso.

El salón tenia colores oscuros, marrón gris y negro. Era bastante simple, pero a la vez lujoso. Sasha movió la cabeza hacia uno de los cuartos que había, indicando a que entrara dentro. Al entrar noté el olor familiar que siempre aparecía en mis sueños, una mezcla extraña de un aroma amargo, dulce y familiar.

Su cuarto también era simple como el salón, pero se notaba que esto era algo personal, algo que ha estado decorando durante años. -¡APCHUS! - Estornudé yo. Me dolía la garganta y la cabeza. Lo que me faltaba es que me pusiera mala.

-Salud. -me dijo Sasha sonriente. Pasó adentro del cuarto, y cuando volvió pude observar que llevaba una sudadera gris larga en las manos.

-Ponte esto. -me dijo él. - Tú ropa parece haber estado en la lavadora hace 2 minutos.

-No gracias, estoy bien. -le respondí yo.

-No pienso dejar que te sientas en ningún lugar de mi casa con eso que llevas puesto. Tú verás lo que haces. - me respondió y me lanzó una mirada divertida. Se dió la vuelta y se fue, dejándome sola en su cuarto. No tuve otro remedio que ponerme la sudadera que me había dejado. Al ponermela vi que me quedaba bastante larga, tapando todo lo que tenía que tapar y más. Guardé mi ropa en una bolsa que encontré en la cama y con la ayuda de un peine me cepillé el pelo. Al observarme en el espejo me tranquilicé un poco y salí de su habitación. Al menos no estaba tan horriblemente fea como lo estaba hace 5 minutos.

Entré en el salón y vi que estaba vacío. La tele estaba puesta y la estufa encendida. Había un par de tes calientes con galletas encima de la mesa. Fui observando todo con curiosidad y al ver una puerta blanca deducí que llevaba a la cocina. Tiré del pomo y entré. Al entrar quedé sorprendida al ver el frigorífico lleno de imanes, y me acerqué para verlos mejor. Italia, Rusia, Polonia, Estados Unidos, Japón... había un infinito de imanes de todos los países. Noté que alguien tocaba mi hombro y me giré, quedando a unos centímetros de Sasha. Sus ojos me observaron de arriba abajo. En silencio, podía oír el latido de nuestros corazones. Subió la mirada y sus ojos se encontraron con los míos, atravesandolos. Al instante me ruboricé y me separé de él con la cabeza agachada.

The dark angel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora