Capítulo 3: El Amo.

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 Cielos oscuros que envuelven la Torre, esa Torre es algo más que una residencia, es un símbolo, el poder absoluto que vigila desde los cielos.

La oscuridad se disipaba y ya el llamado Señor Nueve caminaba por la enorme habitación. Era un hombre que lo tenía todo, en aquel mundo lúgubre y era el señor tras los muros que conformaban el Distrito 9, en las últimas generaciones los Señores Nueve habían sido de su familia, comenzando por su abuelo materno, desde entonces habían tomado el apellido Jiu (Nueve) y no estaban dispuestos a dejar aquel nombre a nadie más.

Henry Jiu era un hombre meticuloso, vengativo, era como un volcán inactivo hasta que alguien olvidaba que tan violento podía llegar a ser, fiel a sus leyes y principios, un honor increbrantable, su honor, sus propias reglas, pero lo más importante, él era quien las dictaba.

Descalzo observaba la oscura ciudad bajo sus pies, no había dormido en toda la noche, abandono su habitación para detenerse ante la puerta de la de invitados, observo el cuerpo que aun dormía en la que era la cama de los invitados, nunca dejaba que uno de los juguetes entrara a su dominio personal.

Sin preocuparse por su aspecto camino a limpiar el olor de la noche anterior en su cuerpo, se demoró demasiado para limpiar de su cuerpo cada rastro del cuerpo de aquella mujer.

Tomo una ducha rápida y enrollo la toalla a su cintura antes de servirse un trago del destilado alcohol que contrabandeaba por aquellos lugares, siguió con ese aspecto frente al ventanal deleitándose con las vistas desde en el edificio más alto del Distrito.

Donde podía verlo.

Todo aquello era suyo.

Las luces de cada hogar, edificio y negocio eran activamente controladas por él, más allá de los 3 Dominios que conformaban su Distrito estaba aquello por lo que era envidiado, el Puerto, el único puerto que conectaba al Reverso con la antigua civilización y las nuevas tierras de la Utopía donde los mejorados vivían.

Pasos y movimientos tras él.

El sonido del toque de la puerta, sin decir una sola palabra abrieron y entraban, conocía al dueño de aquellos pasos, suaves y tranquilos.

Como ya estaba acostumbrado no dijo una palabra.

Nadie aparte de Ren molestaría a aquellas horas, el Sabueso no dormía si él no lo hacía, siempre fue así.

Volteándose y a no más de dos metros la figura elegante de Silvara permanecía expectante. Una grata sorpresa, la dormilona cachorra regresaba de una ronda nocturna, de esas que le molestaban.

Una media sonrisa se dibujó en el rostro de este, aquella chica no mostraría ninguna reacción aun y cuando se presentará desnudo frente a ella. Agradeció el regalo que Ren le dejo, ver el hermoso e inexpresivo rostro de Silvara le hacía bien a su humor.

Le estudio, en los últimos años comenzó a lacear su rebelde cabello rojo y ahora traía una simple cola de caballo, había que ser muy tonto para pensar que Silvara era solo un niño bonito con grandes habilidades fiel a él, era una hermosa mujer que se escondía tras ropa de hombre y falta de esmero para mostrar sus atributos. "La Parca", "El Cachorro" la llamaron muchas cosas, pero envidiaban a Silvara, aquella oscura silueta que le seguía a todas partes era la compañía agradable que le gustaba mantener.

Dejando a un lado su trago, continuo hasta el vestidor, la joven le siguió y frente a él comenzó a escoger la ropa, un traje azul, zapatos, dejo a un lado la elección de corbata, lo coloco frente a este y se retiró mientras escogía un reloj y un par de gemelos.

Estaba acostumbrada a vestir al Señor Nueve.

Antes de ser un Sabueso le había atendido cada día mientras era entrenada personalmente por él. Cuando la hizo tomar su número y aceptar la tinta mando a que el tatuaje de su mano fuera una réplica exacta al de él.

Sr. NueveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora