Capítulo 4: Memento Mori.

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Ren podría ser muchas cosas pero no estúpido, estudio mucho, bajo aquella fachada de chico malo había alguien que incluso podría recitar en latín, era un literato con tendencias homicidas.

Todos tienen una culpa que cargar, un recordatorio de nuestras limitaciones.

Memento mori, es aquel recordatorio de la mortalidad como ser humano, "Recuerda que morirás"

Sus palabras favoritas, aquellas palabras habían sido grabadas en su propio cuerpo el mismo día que su padre fue asesinado. Un hombre culto que olvidaría todo vestigio de la civilizada fachada para trasformase en una furia mortal.

Era un recordatorio de su debilidad.

Un recordatorio de lo que podía pasarle.

Uno que le llegaba a todos.

Los interminables pasillos de la Torre eran los más seguros y los más peligrosos, dos de sus carroñeros lo seguían hasta su destino.

La bodega subterránea era su lugar de regocijo y a la vez donde ocultaba la oscuridad de su alma. Camino entre las barricas, dejándole un amplio pasillo para moverse, la temperatura de aquel lugar permitía el almacenamiento del producto que más le gustaba contrabandear.

Dos puertas más atrás de aquel lugar, ahí encontraba su destino.

Ellos no tomaban prisioneros, a no ser de forma excepcional, no le interesaba responsabilizarse por la vida de alguien de otro Distrito.

Solo que aquella situación fue tan diferente a las demás, un nada inteligente espía entro en su territorio y trato de colarse a la mismísima Torre, aquel no era un patio de recreo, falsifico el grabado de tinta en piel.

Podría llamarle de muchas formas, pero peor que este sería quien él envió.

Aquel tipo de mundo siempre está lleno de sangre, lleno de todas las cosas corruptas del mundo, la Torre lo tiene todo, allí entre sus paredes puedes ver lo mejor y lo peor en una misma estancia.

En la pequeña habitación podía verse al ejecutor, el Señor Nueve no dictaba las normas en aquella sala de interrogatorios, todo estaba en manos de Ren.

El Sabueso era dios en aquel minúsculo lugar, no respondía por la muerte de nadie.

Puños magullados, permanecía ahí solo mirando a la víctima, la rutina de tortura interrogatorio no hacía más que empezar, al otro lado de la habitación todo podía ser visto por el mismísimo Henry Jiu, la tinta falsa del cautivo fue deshecha como prueba, el fuerte olor a acido daba testimonio de ello.

Desde su posición solo Ren podía verlo, allí su sabueso sujetaba ligeramente el balisong mientras uno de los carroñeros le encendía un cigarro.

Aquella mano ensangrentada se llevó el cigarro a los labios, aspiro y luego dejo salir el humo, la amenaza de quemarle con este era una posibilidad.

Le detuvo de suicidarse una y otra vez desde la noche anterior, si hablaba quizás e salvará o quizás la muerte seria misericordiosa, admiraron su entereza, solo que cuando intentó suicidarse mordiendo su lengua fue detenido y recibió la paliza que lo dejo así.

Tan tonto, igual moriría, hiciera lo que hiciera.

Existían muchas formas para suicidarse, las conocían todas, le daban cuerda incluso para jugar con él. Dos de los carroñeros le dieron una descarga de taser, Silvara fue la que implemento estas armas, tenía un par de Stun Baton sujetas a sus botas. Un fuerte olor a orina invadió el lugar, tiraron agua al susodicho, lentamente desertaba del letargo.

Sr. NueveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora