Capitulo II

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A la mañana siguiente, Sofia sale de su habitación caminando con dificultad, sin poder afirmar su pie lastimado debido al accidente, un parche blanco adorna su frente ocultando la herida. 

Entra forzosamente a la cocina y ve la espalda de su madre quien está lavando algunos trastes. 

La ahora señora Char, al escuchar los pasos de su hija, gira un poco su cabeza y mira a Sofia por un par de segundos sin expresión alguna, antes de volver a fijar la atención en los trastes nuevamente. 

Sofia sabe que su madre está decepcionada de ella por lo ocurrido en la noche anterior. 

Sofia la mira por varios segundos en silencio –realmente no sabe que decir pero odia aquél tenso ambiente que invade la cocina. Su madre por lo general es más expresiva hacia ella, esta vez no– rueda hacia atrás una silla de la pequeña mesa de la cocina, se sienta cuidadosamente para no lastimarse y mira nuevamente la espalda de su madre, respira profundamente armándose de valor y dice—Mamá... me duele mucho la pierna—llamando la atención de la mujer. 

Como respuesta solo obtiene una mirada llena de indiferencia—No creo poder ir a la iglesia—agrega, esta vez mirando su tazón lleno de cereales. 

Su madre se apoya en el mesón pensativa, suelta un suspiro silencioso, se voltea y avanza hacia la mesa donde está Sofia—¿Y si mejor llamas a tu padre?—propone con seriedad. 

Después de escuchar aquella sugerencia; Sofia siente un ardor en su pecho, es rencor. Antes de responder, muerde un costado de su mejilla por dentro y responde con un frío—No.

Su madre la observa en silencio—No hablare con el, de ninguna forma. ¡No lo haré!—contesta con repudio.

—Sofia, tienes que arreglar las cosas con el. El es tu padre. Lo necesitas.—aconseja la mujer con determinación (ocultando su desespero). Ella realmente no sabe cómo manejar la situación, siente que Sofia se le está saliendo de las manos. 

Sofia mira a su madre antes de mirar nuevamente su tazón, inquieta.

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En la iglesia bautista Liberty Baptist Church of Los Angeles, el reverendo Hosterman da inicio a la prédica, mirando desde el altar a la multitud en frente de él—Agradezcamos que hoy—comienza hablando a través del micrófono—el Señor salvó la vida de una joven y oremos por las vidas de los otros involucrados que claramente se nota que no están en el camino correcto.

Sarah en uno de los reclinatorios, traga en seco, sintiéndose apaleada por tan duras palabras y mira hacia la otra fila, inspeccionando el semblante de Sofia; el cual no le transmitía nada. 

Por supuesto después de escuchar aquellas palabras, la señora Char sabe que van dirigidas para Sofia y su círculo de amigos. La mujer mira a su hija, prácticamente juzgándola y Sofia no tiene necesidad de mirarla de vuelta, puede sentir la mirada. 

Sofia se desliza un poco en el reclinatorio intentando ocultarse y finge interesarse en las puntas de su cabello. 

Después de haber terminado de hablar, el reverendo Hosterman mira a los coristas a un costado del altar y asiente, indicándoles que podían comenzar con la alabanza. 

El piano comienza a sonar. 

Entre el grupo de los coristas está Chloe Hosterman; la adorada y única hija del reverendo, mirando hacia el centro de la iglesia y a cada una de las personas presentes. 

Por un momento fija su mirada en Sofia, quien simplemente se dedica a observar las puntas de su cabello. 

Los coristas se levantan simultáneamente, Chloe se acomoda su largo atuendo como servidora (una tunicela blanca), abre su folder rosa al mismo tiempo que sus compañeros y comienzan a interpretar la letra de la alabanza Let Your Light Shine on Me. 

Nuestro amor es como el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora