En un mundo paralelo, Shen Qingqiu, quien era el gran maestro de una secta...solía tener mucho orgullo en su lengua venenosa y en sus hombros, cargando detrás de si con el estigma de no poder ser un mal maestro.
Este mismo, quien suele tener un odi...
— ¡Shizun! ¡No puedes irte!—Luo Binghe grito con desesperación en su voz, ante la atenta mirada de sus compañeros y su maestro.
Shen Jiu, lo observo con un rostro que recientemente había probado el vinagre más fuerte de todos. Sus pies avanzaron con lentitud, pero se notaba un ambiente tenso sobre sus hombros, logrando que todos sus discípulos se comieran la lengua con temor a lo que pudiera pasar...Mas lo único que se logró ver fue a Shizun pasar por al lado de la silueta de Luo Binghe sin prestarle ningún tipo de atención.
—Shizun...Nosotros incluso dormimos juntos...—Luo Binghe, tomo las ropas de su maestro con atrevimiento y se arrodillo detrás de la espalda de este, envolviéndose entre sus piernas y las telas entre un abrazo forzoso. — ¿Por qué me ignoras?...No lo comprendo.
Todo el mundo mantuvo un gran silencio.
Los discípulos no podían creer lo que escuchaban y miraban a su maestro esperando por una explicación.
Shen Qingqiu, sentía su sangre hervir por su cuerpo, ¡Estaba realmente furioso! Tanto que incluso podría votar un puñado de sangre por su boca. "Este maldito mocoso, ¿Qué demonios cree que está diciendo?"
Deseaba con todas sus fuerzas girar su cuerpo y cortar la cabeza de Luo Binghe con su abanico, pero sabía que no podría hacerlo, rompería toda su imagen y le daría favor a sus palabras. No podía dejar que sus discípulos creyeran tales cosas, mucho menos que comenzaran rumores acerca de que estaba intimando con uno de sus alumnos...y para peor... ¡Uno de los más idiotas y al cual le tenía declarado el odio públicamente!
¡Su orgullo se rompería en mil pedazos y su título correría peligro!
— ¿Qué dices? ¿Cómo te atreves a mentir de esa manera?—Shen Qingqiu, apretó los puños con fuerzas, porque a pesar de que era muy bueno para mentir, era algo que odiaba hacer.
Luo Binghe, miro hacia arriba intentado encontrar los ojos de su maestro, pero lo único que recibió a cambio fue té caliente sobre su cabeza.
— ¡A-Luo!—Ning Yingying, grito con un nudo en la garganta, pues sus ojos ya estaban a punto de lagrimear. Intento correr hacia su amigo, pero no pudo, porque sus propios compañeros la tomaron de los brazos.
— ¡Luo Binghe! ¿! Como te atreves a dañar la imagen del maestro!?—Grito Ming Fan, admitiendo de inmediato que las palabras de Luo Binghe eran una conspiración contra su maestro, seguramente intentado revelarse después de tantos maltratos.
Todos los otros discípulos comenzaron a gritar "¡Mentiroso!". Uno de ellos se atrevió con descaro a tomar otra taza de té caliente entre sus manos para tirarla sobre Luo Binghe, siendo seguido por todos los demás, mientras Yingying le rogaba a su maestro que lo dejaran en paz.
Shen Jiu, al ver esto sintió su corazón vacilar, pero si defendía a Binghe solo se confundirían más las cosas, por lo que cuando los vasos calientes fueron derramados sobre el adolescente, solo pudo mirar.
Luo Binghe, no se defendió, tan solo seguía apretando la ropa de su maestro entre sus manos.
Ming Fan, trataba de explicarle el "Porque" no debería estar sufriendo por esa "Basura", pero esta no lo escuchaba, solo lloraba más y más, mientras veía a través de los barrotes como Luo Binghe se retorcía del dolor de sus quemaduras.
Binghe, había sido llevado a una celda de castigo por sus propios compañeros, sin ni siquiera pedir la autorización de su maestro, ya que después de toda esta situación Luo Binghe había vuelto a pasar a la lista de rezagados y los demás podrían hacer lo que quisieran, sobre todo porque ahora tenían una razón.
Ming Fan, sintió un peso en su espalda, porque a pesar de que siempre defendería a su maestro ante todo, el dolor que sentía Ning Yingying era entendible y solo ella era capaz de mover su corazón.
Estaba enamorado de ella...
—Tienes diez minutos para curar sus heridas...—Ming Fan, abrió la celda y le indico a la joven que podía pasar.
Ning Yingying, quien ya tenía un botiquín junto a ella, entro de manera eufórica, secándose las lágrimas con una de sus mangas.
Luo Binghe, no hablo en todo momento, solo se dejó hacer por las manos delicadas. A pesar del dolor de las quemaduras, lo que más le molestaba era el vacío que sentía por dentro, haciéndose cada vez más y más profundo.
Si Binghe se pudiera verse al espejo, incluso él se asustaría de que aquellas quemaduras pudieran dejar marcas permanentes en su rostro y pecho.
¿Por qué su maestro hacia esto? Luo Binghe, no lo comprendía...
El solo deseaba poder conversar con él, pedirle que no se fuera, menos si era por su culpa. Prefería mil veces el hecho de tener prohibido el ver a su maestro a que este se fuera. Sus sentimientos eran tan confusos, su pecho dolía y a la vez se sentía vacío. Deseaba llorar, pero las lágrimas no salían.
Luo Binghe, pronto comenzó a tener pensamientos negativos. Su mente divago en la idea de que Shizun posiblemente había dormido con otros discípulos, es por ello que no quería que ellos se enteraran de cómo sus manos habían recorrido cada parte del cuerpo de su maestro, ya que entonces todos creerían que tenían este derecho y aun mas, los que sí tuvieron la posibilidad de hacerlo se pelearían entre sí.
Porque de algo estaba seguro, solo con que ese pensamiento fuera cierto, el definitivamente golpearía y mataría a cualquiera que hubiera puesto sus manos sobre Shen Qingqiu.
Solo esa idea alocada le hacía hervir la sangre de una manera que incluso Ning Yingying peligraba a su lado.
Por ahora, esa era la única razón por la que Luo Binghe creía que todo había sucedido.
No podía negar que el sentimiento de sentirse usado era nuevo, asqueroso y humillante.
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A la mañana siguiente Luo Binghe se enteró de que Shen Qingqiu se había marchado para cultivarse.
Por alguna razón lloro con todas sus fuerzas ante la atenta mirada de Ming Fan y Ning Yingying.
Pasarían tres años antes de que volvieran a encontrarse y de que Shen Jiu se percatara de que ya no todas las cosas eran iguales a como las había dejado.
