VI

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Estaba saliendo de mi habitación lentamente, al llegar a la sala de estar pude fijarme que Dylan ya se encontraba sentado en el sofá. Me senté a su lado un poco avergonzada y suspiré.

—Buenos días—saludo a Dylan, él me miró con una sonrisa y luego mira su celular.

—Hola—dio un suspiro—No volveré a beber de esa manera—dice llevando sus manos a su frente mientras vuelve a mirarme— Es un asco.

—La verdad es que fue una locura que no volverá a pasar. ¿Recuerdas algo de lo que pasó? —lo miro curiosa y al mismo tiempo ansiosa, quiero saber si no recuerda las locuras que hemos dicho aquella noche.

—La verdad es que no recuerdo nada y no quiero saberlo—emboza una sonrisa—Estoy seguro de que no fue nada bueno, pero, en fin. Nuestros padres ya se fueron, estamos solos—me mira de una forma picara.

—La verdad es que, si te atreves a acercarte a mí te romperé las bolas—le advierto.

—Eso me encantaría si lo hicieras con una regla—sonríe acomodándose en el sofá.

Lo miro atónita sin poder decir nada, le gustaría que le pegue con una regla... ¡En sus testículos! Ni hablar, definitivamente Dylan tiene serios problemas porque... porque nadie pediría aquello. No podía creer lo que acababa de escuchar.

—No me mires como si fuera una especie extraña, solo soy un hombre con deseos sexuales diferentes a los demás—me dice relajadamente como si aquello se tratase de algo normal.

—Quieres que te pegue en los testículos con una regla. ¿acaso crees que eso es normal? —aún sigo atónita.

—Para mí lo es. Me gustaría que me arañes, me muerdas y me pegues en el pecho y en la espalda, eso me excita bastante—él mira el techo con una amplia sonrisa.

—¿Eres masoquista o algo así? —le pregunto con una ceja arqueada.

—Soy más sumiso de lo que piensas, me gusta el sexo donde la mujer tenga totalmente el control sobre mí. Me encanta que me toquen, que me peguen y ¿sabes por qué? Porque aquello me excita tanto que con tan solo imaginarlo ya tengo una erección—él me mira con una sonrisa llena de picardía.

—Mucha información—digo mirando mis manos intentando no pensar en lo que me acaba de decir—¿Cuantos años tienes exactamente?

—26 años ¿Tu deberías de tener 25?

—Tengo 24 años—le respondo inmediatamente acomodándome también en el sofá.

—Las mujeres solo se les ocurren casarse a los 24—dice mirándome—Es una estupidez. Crees que se aman lo suficiente, pero al final cuando la realidad te choca es allí donde se pierde el amor... bueno... si realmente hubo amor.

—Pero paso y no puedo detenerlo, me casé con Lance porque realmente si hubo amor, pero ahora claramente estoy soltera. Podré hacer cosas que no hice antes, eso me gusta—me encojo de hombros.

—¿Quieres que nos besemos? —dice mirándome con una sonrisa seductora reflejándome su tranquilidad y persuasión.

—No. No quiero besarte, Dylan—me levanto del sofá sin poder creer lo idiota que es este hombre—Voy a mi habitación.

—Ten cuidado si te masturbas sin decirme nada, porque realmente quiero estar allí cuando aquello pase—me dice con la voz ronca.

—Cállate pervertido—lo reprendo mientras camino por la sala de estar para dirigirme a mi habitación.

Al día siguiente, más relajada y segura de lo que iba hacer, me encontraba en mi rutina diaria que obviamente se trata de mi empleo dentro de la empresa de mi padre. Estaba sentada mirando como Bart estaba sentado sobre mi escritorio hablándome de sus fantasías sexuales y de cómo sería su futura boda en algún momento.

Placeres y Venganza © *EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora