Le garçon guerrier

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El chico guerrero



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Al siguiente día inició como cualquier otro, Lucian iba de un lado a otro atendiendo enfermos y algunas emergencias pues muchos de ellos presentaban trastornos que incluían la auto lesión y comportamientos sumamente agresivos.

- ¡Sujétenlo fuerte! - grito a las enfermeras y su compañero doctor.

Ahora mismo uno de los hombres, de cabello castaño, se movía desesperadamente entre gritos sobre su camilla mientras lo sostenían a duras penas de sus extremidades.

Priscila tenía una pierna abrazada con todo lo que podía y Lucian sostenía su brazo derecho y parte del pecho.

Los enfermos se paraban a veces a ver que pasaba con esos gritos que repetían cosas sin sentido relacionadas con la guerra y con los titanes. También soltaba nombres y disculpas al aire.

- ¡¿Donde diablos esta el sedante!? - grito enojada de nuevo, pues hace ya tiempo que lo pidieron y aun no llegaba.

- ¡No debe tardar doctora! - contestó Priscila entre quejidos ya que ella no era muy fuerte y el hombre intentaba patearla.

- ¡Mierda! - dijo, intentaba mantener al hombre quieto, ¿Pero como lo haría? siendo que era un soldado joven y aún conservaba su fuerza.

En el marco de la puerta se encontraba Kruger con otros tres enfermos que miraban la escena, aún que él sólo miraba a la chica que tenía el ceño fruncido.

- ¡Demonios! ¡Demonios! - decía el hombre, parecía que comenzaría a soltar espuma de su boca en cualquier momento.

Al mirar a un lado logró ver como una enfermera corría por el pasillo con una botella de cristal y una jeringa entrando mientras empujaba a todos los que estaban en la puerta.

- ¡Llegó el sedante! - grito cuando estaba cerca del hombre, comenzando a cargar la jeringa con el líquido transparente.

- Ya era hora - se quejo la chica pues se había llevado un buen golpe en la cara por parte del soldado.

La enfermera inyectó el liquido en el muslo lo que provocó que dejara de moverse de inmediato callando los gritos.

Todos suspiraron cansados al ver que el alboroto se había calmado y que podrían descansar por un momento, esos pacientes siempre eran los más problemáticos. Esto sólo le recordaba a Lucian el infierno de los eldianos que tenían merecido.

- ¡Doctora Lucian! - habló Priscila alarmada pues vio como comenzó a escurrir sangre de la nariz de la doctora.

Ella tocó con los dedos su nariz al sentir el líquido escurrir logrando ver esa sustancia roja en ellos, limpio lo que pudo con sus manos para no manchar el suelo o su ropa.

𝐿𝑎 𝑏𝑒𝑙𝑙𝑒 𝑑𝑎𝑚𝑒 𝑠𝑎𝑛𝑠 𝑚𝑒𝑟𝑐𝑖  °『𝐸𝑟𝑒𝑛 𝐽𝑎𝑒𝑔𝑒𝑟』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora