Capítulo 20: Cicatrices

163 32 1
                                    

Limpió la sangre de sus manos con la corbata del hombre tirado frente a ella. Odiaba que se secara en su piel, después era más difícil quitarla. Irguió la espalda quedando de pie en medio de la habitación.

Cinco hombres estaban en el suelo del cuarto privado de aquel restaurante de comida japonesa. Padre la había enviado a una misión de prueba, tenía que eliminar a unos hombres del Shie Hassaikai, un grupo criminal especializado en mantener un perfil bajo.

No estaba segura que habían hecho para que padre le haya ordenado matarlos, y honestamente no quería saberlo.

Tomó los cuerpos apilándolos sobre la mesa en el centro de la habitación. Y después, comenzó a liberar gases llenando la habitación en su totalidad. Miró el hombre en la punta de su montaña de cuerpos, la sangre ya había dejado de salir del largo corte en su cuello. Usualmente no solía usar las manos, pero padre le había ordenado cortarle el cuello al hombre del tatuaje en el brazo, aparentemente tenía que dar un mensaje.

Se dirigió a la puerta, y una vez que se aseguró que la habitación estaba llena de su gas tinto, saco el encendedor del bolsillo de su desgastado pantalón gris. Una pequeña flama fue suficiente para que todo dentro de la habitación se prendiera fuego. No tenía que preocuparse de incendiar el restaurante porque se había encargado de que su gas no tocara las paredes, el fuego estaba limitado a donde su gas estaba presente. Le tomó tiempo perfeccionar esa técnica, pero ahora estaba orgullosa.

Cerró la puerta tras ella, y movió la manecilla del reloj de papel que colgaba de la puerta, dejando la aguja pequeña en el número 1. Justo ahora eran las 11, dos horas sin que nadie entrara es más que suficiente para que su gas acabara con todo dentro.

Se escabulló por los pasillos, asegurándose de no ser vista por nadie, hasta salir por una de las puertas de servicio. Las cuales daban a un callejón. Perfecto para ella.

Había cumplido su misión exitosamente, ahora sólo esperaba que padre pensara de la misma manera, no creía poder soportar otra lección como la del día anterior.

Había cometido un error mientras sacaba información de un hombre, y cuando padre se enteró, todo se fue al demonio. En realidad, su misión de ese día, era más una prueba para probarle a padre que no era una inútil.

El sonido de unas sirenas la sacaron de sus pensamientos. Sintió su sangre detenerse, no, era imposible que la policía se hubiera enterado tan rápido. Su respiración se aceleró a la vez que pegaba su cuerpo a la pared del callejón. Estaba muerta, iba a entregarse, no planeaba regresar habiendo fallado, no podía, está muerta. Muerta. muerta.

Pero las luces de dos patrullas pasaron de largo el callejón donde estaba escondida. ¿No iban por ella?, ¿No la habían descubierto?

Un suspiro entrecortado salió de sus labios a la vez que su corazón comenzaba a latir normalmente otra vez. No iban por ella después de todo.

Y no fue hasta que la adrenalina abandonó su cuerpo que sintió el dolor en su espalda. Cuando se pegó a la pared, presionó su espalda con brusquedad y ahora estaba segura que había abierto más de una herida. Lo mejor sería que se diera prisa antes de que comenzara a chorrear sangre, relacionarían la sangre con el asesinato del restaurante y padre se enojaría.

Pero un quejido ahogado la hizo petrificarse en su lugar una vez más. Agudizó el oído, pero el lugar se había quedado en silencio una vez más, al menos hasta que otro alharido lastimoso sonó en el silencio.

Kasumi se acercó lentamente a la fuente del sonido, era imposible que alguno hubiera quedado vivo, lo verificó dos veces.

Un contenedor de basura se interponía entre ella y quien sea que fuera esa persona. Llenó sus manos de gas lista para atacar si era necesario. Pero cuando dio un sigiloso paso más y pudo ver lo que él contenedor ocultaba sus ojos se abrieron sorprendidos.

Haze [Bakugo Katsuki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora