CAPÍTULO 8

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No había pasado una semana aún. Pero cada hora del día que pasaba se sentía como un pequeño alfiler en mis costillas.

Era el día tres de la semana amenazada, donde no podía dormir ni comer ni estar tranquilo como se suponía que debía de estar. Era obvio, pues el chico que tenía en mis piernas, jugando con mi cabello, estaba a punto de ser tocado si no hacía algo al respecto.

—¡Ouch! — exclamé al sentir un fuerte jalón de un mechón de cabello mío. El chico en mi regazo se sorprendió al escucharme e instantáneamente se soltó de mis cabellos.

No podía creer que Seokjin no tenía la culpa de nada, aún así estaba en peligro.

Estuve tres días enteros ideando algún plan que podría ser exitoso, pero por más detalles que le colocaba, jamás dio a una salida. No había solución alguna.

Estuve pensando en las posibilidades de escapar con Seokjin, llevando a Rapmon conmigo, algunas cosas y comida, pero ¿Dónde se supone que debía ir? No tengo sitio alguno dónde refugiarnos e iniciar una nueva vida.

Todo era tan complicado.

Si no fuera poca mi ansiedad, tenía que salir de compras por si teníamos que escapar, pero no quería dejar a Seokjin a solas ni un segundo.

Ahora mismo quisiera solo llevármelo.

Lo pensé un poco, pero traté de hacer una decisión —....¿Quieres ir conmigo de compras?— mencioné de frente a su rostro. El chico no me entendió muy bien, pero ante eso de todos modos aceptó.

Lo vestí de ropas viejas y por encima de ellas lo cubrí de mantas oscuras sin dejar mucha vista a su piel de porcelana. Coloqué una gorra, guantes y zapatos que son míos originalmente. Por suerte tenía un par de gafas de sol que tenía rota una de sus varillas, que terminé por sustituirlo con un palillo de madera.

Terminé de arroparlo y me senté en la orilla de la cama para verlo. Parecía un maniquí extraño en una misión secreta no tan secreta, de cierta forma eso daba su apariencia. Aunque no puedo evitar pensar que en verdad es muy lindo por dejarse hacer todo lo que uno quiera.

¿Acaso eso no es un poco peligroso? Sí, y en realidad era muy peligroso.

Seokjin inspeccionó su ropa tocando las telas que estaban más suaves y ligeras, comparando el peso de las más pesadas.

Tomé una de sus manos y lo llevé hasta mi sala donde tomé lo necesario para salir de comprar al mercado del pueblo.
Estaba muy nervioso de lo que podía pasar allá afuera. Mi ansiedad se hizo cargo de todos los posibles escenarios que podría pasar con Seokjin y la gente del pueblo. Mentiría si dijera que no estaba realmente asustado, porque la verdad era que estaba aterrado.

Al buscar las llaves de la casa, en una estantería encontré la hoja con el manuscrito de Jackson de las cosas que Seokjin le dio. Aún conservaba la hoja puesto que no quitaba la idea de que era extraño señalar las mismas cosas. La doblé para guardarla en mi bolsillo y tomé las llaves que estaban justo a lado de esta hoja.

—De acuerdo, vámonos — Seokjin asintió frenéticamente y tomó sin dudar mi mano para salir de casa.

Al llegar, ya se esperaba una gran cantidad de gente por los pasillos. El ruido y el movimiento activó la curiosidad de Seokjin, y este trató de ver a todos lados para obtener la máxima cantidad de detalles de todo. Sin que este soltara mi mano, se quedaba por momentos fugaces para ver qué era ese ruido, o para ver qué hacia la gente, así que lo arrastraba cuando sentía que ya no avanzaba por lo mismo. Él estaba fascinado.

Analizando la situación en la que me encontraba, quizá no haya sido buena idea traer a Seokjin conmigo.

Es decir, en verdad estaba cuidando un niño. No podía estar quieto un momento porque la gente que vendía le hablaba para que le compren mercancía, sin saber lo que significaba esto en realidad. Sujetaba con firmeza su mano, aunque necesitaba ambas para maniobrar el dinero, la comida y las bolsas.

𝙀𝙡 𝙘𝙖𝙡𝙤𝙧 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙥𝙤𝙧𝙘𝙚𝙡𝙖𝙣𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora