Capítulo 2

79 13 25
                                    


Me estaba tardando mucho con el nuevo trabajo que yacía en mi mesa de madera. Era muy grande, pero era entretenido que tuviera tal cosa. Tenía partes de cable que no entendía.

Rapmon se acercaba de vez en cuando para pedirme que jugara con él pero solo lo miraba y le daba comida. Tenía que seguir y acabar lo más pronto posible para poder ir a venderlo. Se me estaba acabando los recursos que yo necesitaba.

Pasé horas enteras sosteniendo herramientas pesadas, navajas, cautines, de todo. Mis comidas cada vez eran más escasas, y mi higiene... Era un desastre.

El muñeco, si es que podía decirlo así, era muy genial. Parecia un hombre de verdad. Sus brazos eran casi el tamaño de los míos, sus piernas eran largas y sus rasgos muy finos. No entendía la razón del porqué había sido desechado, era perfecto. No lo compraría pero admitía que parecía la cosa más cara en este mundo.

Sus cables indicaban que funcionaba como una máquina. La tecnología no era mi fuerte, pero había encontrado un viejo libro de mecánica de mi viejo padre. Había perdido la cuenta de cuántas veces hice corto circuito en mi casa por el intento de encender un muñeco. Era muy frustrante todo esto, pues también tenía que reparar los daños ocasionados.

Fui y volví varias veces de la fábrica por más material. Invertía demasiado en un hombre de porcelana.

Mi cabeza incluso iba a explotar con solo ver que iba demasiado lento. Tener los detalles tal cual imagino que son originalmente del muñeco hacía repetir si no quedaba conforme.

Reparé su espalda rota. Esta de verdad tenía grietas horribles que llegaban a su nuca, con pedazos faltantes. Había notado algunas letras y números en su nuca, que con curiosidad leí.

"Se0kJ1n"

Me parecía asombroso que tuviera ese código. Parecía una especie de nombre con símbolos numéricos.

Yo al principio lo había leído como "Se cero ka jota uno ene"
Recordar cómo lo había leído me hizo reír un buen rato. Opté por llamarlo Seokjin. Ese era un nombre muy bonito.

Las articulaciones eran difícil de reparar pues tenía que evitar que bloqueara los cables, pero no tanto como el rostro. Era horrible tratar de comprender cómo la electricidad puede mover sus ojos y su boca.

Pars ser sincero, era muy aterrador cada vez que probaba si funcionaba la combinación de cables que usaba para el rostro. Se abría un ojo y yo me asustaba. Se abría la boca y también me asustaba.

Pero sin duda la cosa más espeluznante era ver como se movía un pie o una pierna entera. Parece como si este estuviera vivo. Mi piel se erizaba de miedo.

No sé cómo eso era posible. No lo comprendía. Quizá era la magia de la mecánica. Aún así, era extraño ver los tipos de movimientos, como si fueran respuestas nerviosas.

La puerta sonó justo cuando estaba pintando su pierna, no era el mejor artista pero copiaba los patrones de la piel. Me levanté y cubrí a Seokjin con una manta. Caminé para abrir la puerta y mi pecho golpeó de sorpresa al ver la persona que esperaba por mi.

—Hola, Namjoon.

Era ese viejo pervertido. Un señor de más de 45 años con un poquito más de grasa. La verdad, no quería llamarlo gordo feo, pero es que era un gordo feo, asqueroso. ERA UN ENFERMO MENTAL.

No sé cómo es que se enganchó a mis trabajos. Al principio era muy amable diciéndome lo bonitos y útiles que son mis productos pero de pronto esto se volvió demasiado asqueroso. Este sabía el gran secreto de que eran reparaciones de piezas originales muy caras, razón por la que no podía simplemente denunciarlo. Él podría pagar su factura para su liberación pero yo no tenía esa capacidad siendo pobre. Durante estos últimos años, he estado soportando sus peticiones asqueantes.

—Namjoon, espero te encuentres muy bien ¿ya comiste algo?

—No me hables de esa manera si solo vienes a joder como siempre con esas palabras repugnantes.

—Estoy tratando de ser lindo contigo.

—No voy a hacerte un maldito muñeco ¿qué acaso no lo entiendes?

—Namjoon, creo que el que no entiende eres tú. Es solo un muñeco, tu mismo lo has dicho.

—Uno que va a ser usado para hacer todos los tipos de sexos que existen. Eres un enfermo.

—Te daré una fortuna~— rió tan malditamente repulsivo —podrás incluso viajar por el mundo, comprarte una casa, un auto si quieres.

—Prefiero seguir viviendo en esta pobreza a hacer un fetiche enfermizo tuyo—. Y le cerré la puerta. Este siguió gritando afuera de mi casa, pero simplemente yo lo ignoré con molestia. Me causaba una especie de náuseas solo imaginar a un hermoso y pequeño muñeco en su...

Ugh, era una jodida pesadilla.

Volví al trabajo una vez que me haya asegurado de que el viejo se haya marchado.

Después de eso, mi cabeza empezó a pensar demasiado. Miré aquel bello hombre de porcelana que tenía en mis manos y no pude evitar inquietarme. Ese viejo pervertido no debe saber que tengo uno de tamaño real.
Las posibilidades de que lo reclame como loco eran muy altas. Mi pecho dolió tanto por imaginar lo mal que la pasaría si fuese una persona de verdad.

Oh, por Dios. Prácticamente estaba vendiendo una persona. Se sentía de esa forma.

Esto era feo. Horrible. Alarmante. No había pensado mucho en eso hasta que él llegó. Seokjin parecía un joven hermoso, puro y delicado, aquellos idiotas pollas enfermas podrían reclamar por él. Darían una fortuna entera por Seokjin.

Suspiré decepcionado. Anhelaba una fortuna pero creo que mi corazón no permitiría vender a Seokjin.

Maldita sea. Iba a tener un gran amigo dentro de mi armario. Eso era realmente espeluznante.

Le dí los últimos detalles por el resto del día. Seokjin ya estaba listo, pero por desgracia, esto no iba a salir a la luz.

Era posible que ya sea de madrugada, tenía mucho sueño, estaba cansado.

Con la misma manta envolví a Seokjin y con todas mis fuerzas que me quedaban sostuve sus piernas y su torso. Era muy pesado.

Lo llevé hasta mi habitación y lo puse en mi viejo armario. Me dio un escalofríos ver solo un cuerpo envuelto dentro de este, así que cerré la puerta de un golpe. No quería pensar que he matado a alguien y que he escondido su cuerpo en mi closet.

Eso era extraño.

𝙀𝙡 𝙘𝙖𝙡𝙤𝙧 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙥𝙤𝙧𝙘𝙚𝙡𝙖𝙣𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora