CAPÍTULO 9

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Coloqué el cepillo de cerdas en la mesa de madera y miré a Seokjin quien permanecía quieto, con su mirada en toda acción que yo hacía.

Estaba un poco triste, pero ante eso estaba más nervioso que triste. Era una especie de combinación de sentimientos que no entendía muy bien como era eso posible. Vistiendo a Seokjin con su ropa de seda aprecié lo hermoso que realmente es. Me senté en frente suyo con otra silla, y este extendió sus brazos indicando que quería un abrazo. Reí ante eso, porque se está haciendo caprichoso por los signos de afecto.

Hoy, al amanecer, me tenía entre sus brazos y piernas, siendo como un oso koala agarrado de algún tronco. Se sintió extraño de alguna forma, pero a pesar de eso, era tierno. Me gustó.

Lo abracé como él quería y después de eso me levanté para ir por unas cosas para cubrirnos del sol y de la suciedad del camino.

Este día es el último que pasaré con Seokjin.

Era hoy, el día en que él regresa a la fábrica.

Tomé las llaves de la casa, y después de estar seguros de que estábamos cubiertos, tomé la mano de Seokjin y salimos de casa.

El paso lento que hacía a propósito para poder extender el tiempo que nos sobraba, hacía que el silencio fuera doloroso. No podía imaginar que pensará Seokjin, ya que no es la dirección que se toma para ir al mercado del pueblo. Su mirada a todos lados viendo la hierva del suelo y la tierra seca con múltiples rocas pequeñas, todo le parecía curioso. Conforme vamos acercándonos a la fábrica, la vegetación y civilización se iba acabando, no había más que pocas aves pequeñas y algunas hiervas secas. A lo lejos se podía ver la fábrica rodeada de nubes negras, aquello que tanto odio.

Pasaban los minutos, mientras caminaba cada vez más cerca, acariciaba la mano del chico y se sentía como un pedazo de tela suave, como si la porcelana era la piel de un joven chico.

Estuvimos caminando un buen tramo, donde ninguno decía nada al respecto, aunque bien sabía que Seokjin no iba a quejarse, su silencio me otorgaba todo.

De pronto sentí un gran jalón de parte de Seokjin de la mano que sostenía. De inmediato regresé a ver y noté que este se detuvo en seco.

—¿Qué pasa?— le pregunté estando preocupado, su repentino comportamiento me dejó una pequeña astilla en mi pecho. El chico de porcelana miró a lo lejos la fábrica y apartó su vista de ella con repudio. —¿Qué pasa, Seokjin? ¿Por qué tan de repente te detienes?— volví a preguntar, pero este jaló mi mano queriendo huir del lugar.

Mi cabeza brotó preguntas sin respuestas, todas ellas con conflicto entre otras.

¿Seokjin se rehúsa a acercarse? Pero esta era su casa.

Con la fuerza que no sabía que tenía, su brazo jaló fuerte de mí. Eso me sorprendió mucho, porque nunca lo había visto en esa defensa. Yo por mera curiosidad, lo atraje a la dirección a la que él quería huir.

Su mirada cambió de repente, y eso me sorprendió aún más. Ahora él estaba aterrado.

—¿por qué haces esto? Ese es el lugar en donde te crearon ¿por qué no quieres regresar?— luché contra él en un intento de llevarlo a la fuerza, pero su maquinaria era demasiado fuerte. —¡Ya basta, Seokjin! ¡tienes que regresar, estás más seguro ahí que mi casa!— le supliqué, pero este chico incluso jaló más fuerte haciéndome tambalear hacía él.

Sin soltar su mano, tomé su cuerpo y lo alcé en mi hombro como un saco de verduras. El chico se removió con brusquedad para bajarse e impedir que avanzara más. Era realmente complicado llevar a un chico que no estaba quieto, y que además de eso, continúe dando pequeños golpes en mi espalda. Fue así durante unos minutos más hasta que este cubrió mi rostro con su brazo libre, incluso se retorció sobre mí hasta que por fin pudo bajarse a la fuerza y soltarse de mi mano.

𝙀𝙡 𝙘𝙖𝙡𝙤𝙧 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙥𝙤𝙧𝙘𝙚𝙡𝙖𝙣𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora