Mi mente a veces vuela hacia esa noche. Enero casi moría en su ocaso... despidiéndose de mí de la mejor manera. La icónica búsqueda de la princesa cambia en esta historia, empezando en que el corcel, se encontraba en las velocidades de una moto, y que a esta princesa, la esperaba su Julieta. Esta vez no había castillo, pero he de decir que hubiera estado igual de feliz en el barril del Chavo del 8. Tus torpes intentos de tocar guitarra para sorprenderme, amenizaban la noche mejor que cualquier orquesta... y esa charla de entre actos que se volvía innecesaria... y ese beso... ¡porque sabes!... ya tu boca y mi boca se estaban quedando afónicas de gritarse un beso. Así que, ya que tú no te lanzabas, porque tú valor encuentra el límite en la comisura de los labios, me tiré sin paracaidas al beso que no tuvo retorno. Cabe mencionar que ahí empezó la batalla entre mi mano y tu cuello, lo tuve que acostumbrar a que siempre lo tocaría cuando te diera un beso. Nunca había sido tan innecesario el sexo, pues nos hicimos el amor desde ese momento que nuestros labios hicieron contacto. Había más gente en ese salón... camaradas de tus inviernos, pero quién podía darse cuenta de la existencia en la tierra mientras nos hacíamos llegar al orgasmo solo con sabernos una al lado de la otra. Pero sí, también hubo sexo, de esa parte no me acuerdo... una dama no tiene memoria en estos casos; solo diré que la desnudez nunca me había parecido tan superficial hasta que ella me arrancó la piel para follarme hasta las venas.
Después de esa noche de bodas, me dijo de todas las maneras que le era indispensable, que me quedara un minuto más... o una vida... según la hora... pero de esto tampoco diré nada, creo que ya lo he dicho todo... ya que estoy aquí, escribiendo esta historia, y no montándome de nuevo en esa moto para ir a domesticarle el cuello, mientras le hago el amor a su boca y ella me folla las venas.
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Las veces que no grite mi tristeza
شِعرEscribí estas líneas con lágrimas en los dedos hasta que sequé mis ojos... tristezas me comprimían el pecho... un poema me atravesaba la garganta... y un recuerdo me cortaba las venas