IV

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Estabamos desayunando las 4 en el comedor, tenía a Naya a la izquierda, mi madre a la derecha, y Cristina estaba por el otro lado de la mesa. Desayunaba con nosotras porque es muy unida a la familia.

Nos estábamos riendo bastante por un chiste de Cristina cuando tocaron el timbre?

¿Quién será a esta hora?

Era bastante temprano y no nos visitaba mucha gente.

—Yo voy— me levanté de la mesa y le dejé un beso en la frente a Naya.

Iba por el salón arreglandome la falda, me acerqué a la puerta y tomé el pomo de la puerta. Al abrir la puerta me quedé muy quieta al ver a la persona al otro lado de la puerta.

¿Qué mierda haces tú aquí?

Una oleada de furia y miedo me invadió, me quedé ahí mirando a la persona que tenía enfrente, parpadeé varias veces para ver si era un sueño. Una gran sonrisa torcida iluminó sus labios y mi rabia creció.

Iba tan elegante como siempre, con su pelo rubio engominado hacia atrás, estaba en un traje azul marino con una corbata a rayas color rojo.

—Hola, hija— su tono arrogante de siempre estaba ahí, junto con esa sonrisa torcida.

Se acercó para abrazarme y instintivamente di 2 pasos atrás, eso le hizo sonreír aún más, fingió una cara de falsa tristeza.

—¿No estás contenta de ver a tu papi?— forzó esa última palabra, apreté mis labios y casi le cerré la puerta en la cara.

—¿Quién es cielo?— la voz de mi madre me obligó a dejar la puerta abierta, tenía los hombros muy tensos.

Mi padre sonrió y entró a la casa.

—Oh— noté la sorpresa de mi madre -no sabía que vendría.-

—Echaba de menos a mis hijas— contestó metiéndo las manos en los bolsillos de su pantalón.

—Pasa— le ofreció mi madre amablemente —Estábamos desayunando.

Mi padre me pasó por un lado y se dirigió a la cocina, mi madre le siguió. Cerré la puerta y fui también a la cocina, al llegar vi a mi padre en donde estaba sentada yo antes.

Mierda Naya, me acerqué casi corriendo a ella y le pasé el brazo por debajo del cuello suavemente.

—Mi niña— amaba que la llamara así —¿vamos arriba?— quería alejarla de ahí.

Asintió y se bajó de la silla, tomé su pequeña mano y la besé.

—Mami, nos vamos— en eso dejamos la cocina.

***
—¿Y si te pones esto hoy?— sugerí y levanté una diadema azul.

Estabamos debatiendo el outfit que Naya iba a llevar a clases.

—Umm, no lo sé, ¿podemos ver otra cosa?

Esta niña es muy difícil.

—Mira esta, es preciosa— le dije señalando una boina roja.

—¡Me encanta!— sonrió muy ilusionada.

Cogió la ropa que le preparé y se fue corriendo a mi baño, cogí la ropa que me había preparado a mi y salí al baño del pasillo, lo que menos esperaba encontrarme era a Cristina desafiando a mi padre.

Le miraba con odio, y a pesar de ser un cacho más baja que él mantuvo la cabeza bien alta, mi padre dijo algo, algo que no pude escuchar pero que hizo que Cristina apretara los dientes con fuerza.

•Tardes a tu lado• (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora