IX

49 7 2
                                    

—Mierda, mierda, mierda, mierda ¡mierda!— exclamé dando vueltas en círculos.

—Mierda Maddie relájate— musitó Jacob.

—¡Relájate no!

Comencé a rascarme el brazo frustrada.

Una, y otra, y otra vez. 

Las uñas me raspaban pero no podía pararlo.

Toda mi vida.

A lo que estaba acostumbrada.

Se echó todo a perder en un segundo y no sabía ni por qué.

Una mano rodeó la muñeca que tenía en movimiento, seguí el brazo para encontrar a Jacob mirandome fijamente sin ni una pizca de diversión.

—Ya— ordenó —te estás haciendo daño.

Desvíe la vista hacia el brazo afectado y puse una mueca al verlo rojo y con un par de puntitos de sangre.

—Iremos a casa y verás que se soluciona todo, ahora por favor, tranquilizate, Charles viene de camino.

Suspiré y pegué mi frente a su pecho en un intento de calmarme.

Sus brazos rodearon mi cuello y comenzó a darme suaves caricias en el pelo.

—¿Todo saldrá bien?— pregunté en un susurro.

—No lo sé— admitió.

Un peso en mi pecho dificultó mi respiración y un latigazo de dolor me atravesó el cráneo.

—¿Entonces es un no?— balbuceé aterrada.

—No Maddie, no es un no, es un no lo sé.

La pita de un coche interrumpió nuestra conversación.

Fijamos nuestra atención en el coche y cuando estuvo parado salí corriendo arrastrando a Jacob conmigo.

—Venga suban— ordenó cuando llegamos a la puerta.

Iba a entrar cuando miré atrás para ver a Cristina, me hizo un gesto con la mano para que nos fuéramos, y ahí ya entré en el coche.

El camino se hizo largo y pesado, mientras un manojo de nervios daba vueltas en mi interior.

Me aferraba con fuerzas al brazo de Jacob, mientras él acariciaba mi rostro en un intento de tranquilizarme.

—Señorita Maddie, Jacob, ya pueden bajar— informó en cuanto dejamos de estar en movimiento

Abrí la puerta del coche y esperé a Jacob, que puso sus manos sobre mis hombros y me dió un ligero apretón reconfortante, a lo que yo le dediqué un pequeña sonrisa.

Al llegar a la puerta suspiré y toqué el timbre de la casa frente a mí.

Cuando la puerta se abrió el corazón se me rompió, del otro lado se encontraba Danny, pero no como estaba siempre, su pelo estaba desordenado, grandes ojeras destacaban bajo sus ojos, estaba pálida, y su nariz estaba colorada. 

Se abalanzó sobre mí en un abrazo y comenzó a llorar hundiendo la cabeza en el hueco de mi cuello, la abracé y dejé que se desahogara acariciando su espalda.

—Es que no lo entiendo— sollozó.

—Vamos adentro cielo, para hablar mejor.

•Tardes a tu lado• (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora