Los días siguientes fueron el mayor infierno de mi vida.
—¿Dónde está Jacob?— Pregunté cuando desperté a la mañana siguiente.
Las allí presente se encogieron de hombros y siguieron comiendo su desayuno felizmente.
Que ayuda.
Un montón.
Me recorrí toda la enorme casa Dachs en busca de cierto pelinegro que a saber donde estaba. Salí al patio trasero como última esperanza para encontrarme a Jacob trotando de un lado a a otro.
—¿Jacob?
Se frenó y se giró hacia mí. Su pelo azabache estaba despeinado y húmedo por el sudor que le produció el deporte, sus azules ojos brillaban por su presencia.
—Hola— murmuró, y pude notar que no tenía ganas de hablar.
—¿Quieres desayunar?
Asintió y me siguió cuando me adentré en la casa nuevamente. Cristina me dedicó una pequeña sonrisa y me dió dos platos de tortitas que llevé a la habitación.
Sentía la respiración de Jacob en mi nuca al estar a tan poca distancia de la mía. Me giré para verlo y su cuerpo se chocó contra el mío, al instante en que hubo contacto se tensó rápidamente y dió dos pasos atrás ¿Qué le pasaba con el contacto físico?
Decidí ignorarlo y seguir mi camino. Entré en la habitación y me senté en la cama, Jacob se quedó de pie frente a mí, di dos palmaditas a mi lado y se sentó junto a mí.
—Toma.
Le tendí las tortitas y él comenzó a devorarlas como si fuera un pozo sin fondo. Mientras yo las miraba con cierto desagrado, comencé a partirlas sin mucho apetito. Las dejé a un lado y me centré en ver a Jacob comer, se veía realmente adorable. Pero me fije en que sus manos temblaban, y su pierna se movía inquietamente. En otro momento le hubiera puesto la mano en la rodilla para que se relajara, pero en ese momento no lo veía conveniente.
Cuando terminó de devorar las tortitas como si la vida se le fuera en ello se giró hacia mí y vio mi plato completo, puso una mueca y me fulminó con la mirada. Me hice pequeñita en mi lugar y le dediqué una sonrisa inocente.
—Haz un esfuerzo— me pidió llevando el plato a su regazo.
No tenía claro que iba a hacer pero no quería decepcionarle. Tomó un trozo de la comida y lo llevó a mi boca.
—¿No estarás hablando enserio?— inquirí flipando.
—Muy enserio.
Me apretó ambas mejillas, dejando mis labios entreabiertos y llevó el tenedor a mi boca de nuevo. Las carcajadas salieron antes de que pudiera retenerlas, él me miró con indignación para luego esbozar una pequeña sonrisa.
—Mejor colaboro— cedí.
Volvió a hacer lo mismo, solo que ahora sin necesidad de obligarme, y se repitió el gesto hasta que mi cuerpo lo permitió. Pero estuvo bastante bien, había dejado solo un cuarto del plato.
Me dejé caer agotada y Jacob me imitó, nuestras caras quedaron a escasos centímetros de distancia y sus ojos me miraban directamente.
—Saldremos de esta, pijita.
El sobrenombre me encogió el corazón y me hizo sentir como en los viejos tiempos... Aunque nada fuese como los viejos tiempos.
Los días siguieron pasando y Jacob seguía muy inquieto. Apenas hablábamos, cero contacto físico y me lo había encontrado todas las noches por la habitación dando vueltas. Nuestras únicas conversaciones eran de cuando me obligaba a comer.
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•Tardes a tu lado• (Pausado)
Любовные романыDespués de tanto tiempo lo tendría superado. ¿Que podía pasar al abrirse con un chico?