Una nueva cara

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Los gritos incesantes en la mansión Todoroki alertaron a los vecinos. Increíblemente los policías llegaron aun más rápido que los héroes a escena, la cual no era muy bonita. En medio del pasillo se encontraba el héroe número dos, el cual había sido atravesado por un tempano de hielo mediano, las heridas aún se podían tratar, escupiendo sangre indicó que atendieran a su hijo, no deseaba que su obra maestra se fuera tan pronto... Faltaba muy poco para que él llegará a ser el nuevo número uno. El chico se encontraba arrodillado enfrente del altar de su hermano mayor, se había apuñalado a si mismo en el estómago, estaba inconsciente y sus signos vitales decaían rápidamente, el héroe no dijo nada mientras era atendido... Debía de ocurrírsele algo pronto para decirle a los paramédicos y policía.

...

El niño gritaba... El agua hirviendo burbujeaba en su piel, mientras que el hielo se adentraba en sus heridas como pequeños cuchillos, la mujer le miraba con los ojos desorbitados mientras se alejaba de él, solo para después volver y gritar de forma desgarradora como aquella vez que estuvo a un par de calles de su casa... Con ella traía un cuchillo que clavaría en su garganta para que sus patéticos lloriqueos pararan... De pronto un calor intenso se hizo presente, las llamas azules se expandían con rapidez y ferocidad, acababan todo a su paso en cuestión de segundos, una figura deforme se acercaba a él a paso lento y torpe, el rostro desfigurado por el fuego permitía ver una capa más de piel sangrante, el olor a carne quemada revolvía su estómago, el joven tenía la mitad de la cabeza carbonizada y con suerte podía ver unos mechones rojos en aquel lío de quemaduras y sangre, trato de alcanzarle, mas se volvió cenizas antes de lograrlo. Asustado, corrió hacía cualquier dirección lejos de aquella escena... No quería... No más... ¿Por qué no era él? ¿Por qué no fue él? ¿Por qué le dejaron vivir a él? ¿Por qué no se murió por aborto espontaneo o por qué el cordón lumbrical le ahorcó? ¡Hubiera sido lo mejor! Frenó en seco en cuanto vio a su hermano albino atado en una silla, muriéndose por el horrible calor del lugar, sus manos sangraban por culpa de las heridas de un cuchillo y la extracción de sus uñas, él le veía con odio, trató de acercársele a pesar de las ataduras, lo único que logró fue herir aún más su blanquecina piel, el calor se hacía cada vez más intenso, tanto que lograba derretir el cuerpo del ojigris, los huesos comenzaban a verse como una vela desecha por el fuego, gotas de lo que fue carne caía al suelo, dejando que el aire emanara un horrible olor, los gritos incomprensibles se escuchaban con más fuerza, algo así como: ¡Es tu culpa! Salieron de los labios quemados. Estaba tan horrorizado, lo último que vio fue el montón de entrañas caer en el suelo lleno de piel derretida... Su respiración se aceleraba cada vez más, sus "amigos" de su mundo aparecían mientras se reían de su desgracia, ¿es qué nadie le podía ayudar a salir de allí? ¿Por qué no se puede confiar en nadie? ¿Por qué todos mienten sobre confiar y en que si dices las cosas te ayudarán? Nadie va a hacerlo... Al fin y al cabo estas solo en la vida... No puedes confiar en nadie, ni siquiera en ti mismo... A lo lejos de su camino visualizo una silueta femenina, sus lacios cabellos blancos con unos toques rojizos se movían con gracia debido a la suave brisa, la chica se alejaba poco a poco con una maleta en mano, ¿a dónde iba? Por más que intentó alcanzarla... Fue inútil... La joven desapareció de su vista tan pronto como la vio. Él no podía entender que pasaba, estaba solo y asustado, no por el hecho de estar en soledad... Sino de él mismo, ¿qué otra cosa podría llegar a hacer después de todo el daño que ha causado? Su carrera comenzó nuevamente, otra vez abriéndose paso en aquel detestable lugar... Solo quedaban tres personas que podían ayudarle... Zero, Kyolkii y Hideaki-san.

— ¡Chicos! — gritó una vez que vio a sus amigos — ¡Chicos, ayúdenme por favor! ¡Todos me han dejado! ¡Ustedes son los únicos que me quedan! ¡Los únicos en que confió! 

— Ya no te queda nadie...

La misma criatura que había aparecido en su cuarto reveló los cuerpos sin vida de los que alguna vez fueron sus mejores y únicos amigos. La garganta se le cerró una vez más, las lágrimas no bajaron por sus ojos y casi ni podía respirar. Sentía que se ahogaba, sentía la necesidad de huir, sentía la necesitad de golpear algo hasta sacar lo último de su ira, necesitaba la necesidad de golpearse una y otra vez por inútil... Sentía la necesidad de morir.

Niños madurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora