Segunda Parte

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Una semana después de WestView, Natasha y Wanda continuaban en aquella pequeña caballa en medio de algún bosque en Sokovia.

Al día siguiente de su llegada habían recibido la rápida visita de Tony con suministros y alimentos suficientes para que pudieran sobrevivir sin mucho esfuerzo por un par de semanas.

Romanoff no se despegó de la sokoviana durante los primeros tres días en caso de que Strange decidiera aparecer repentinamente y empezar a interrogar a Maximoff sobre todo el asunto de la magia, luego había recibido un mensaje de Wong pidiéndole que se comunicara sólo en caso de emergencia ya que habían detectado algo inquietante y debían de darle prioridad por ahora.

Aquella noticia por parte de los hechiceros sólo logró que la espía se sintiera todavía más inquieta ya que significaba que había algo más poderoso que Wanda rondando por ahí.

Después del segundo día, apenas había descansado por completo de toda la locura que había vivido una semana antes, Maximoff comenzó a leer el libro que le quitó a Agnes después de derrotarla; había estado esperando ver a Strange para que respondiera sus preguntas y le dijera más al respecto, pero se había ocupado en algo más y ella decidió darle un vistazo durante las noches, cuando la rusa pensaba que se encontraba dormida.

En la primera hora después de empezar a leer el Darkhold, Wanda ya había aprendido algunas cosas, siendo la primera de estás la proyección astral, lo que le facilitó seguir leyendo y estudiando el libro durante la mayor parte del día sin que Natasha se diera cuenta de eso.

Tan pronto la mano de la espía se curó lo suficiente de su quemadura y estuvo segura de que Stephen no iría a buscar a la sokoviana de manera inesperada, comenzó a ir a escalar durante las mañanas; la pared de piedra en la montaña que usaba estaba a unos quince minutos caminando de la cabaña, solía irse antes del amanecer para comenzar a escalar con los primeros rayos de luz de la mañana y poder estar por encima de la copa de los árboles para poder apreciar el resto del amanecer, después simplemente baja y volvía a la cabaña para el desayuno.

Aunque Romanoff llevara equipo de escalada, su cinturón de combate con su traje de nanotecnología y un aparato para comunicarse en caso de emergencia, Maximoff estaba segura de que no usaba el equipo de seguridad cuando escalaba; alguna vez Clint le había comentado la afición de la rusa por la escalada libre y lo mucho que él odiaba acompañarla porque siempre temía que ella resbalara y cayera a pesar de su amplia experiencia en la actividad.

Wanda había sido invitada por su amiga a acompañarla, pero ella había declinado la oferta gentilmente y pasaba sus mañanas sentada en las escaleras del porche de la cabaña bebiendo una taza de té mientras veía el amanecer y esperaba el regreso de Natasha para preparar el desayuno juntas.

Tal y como se había hecho costumbre en los últimos días, cuando Maximoff se encontraba cerca de terminar su taza de té, Romanoff salió de entre la línea de árboles a unos metros de la cabaña vistiendo unos shorts y un sujetador deportivo mientras cargaba la mochila con el equipo de escalada en su hombro.

—Ese oso enano volvió a robarme mi barra de proteínas —se quejó la espía cuando su mirada se cruzó con la de la sokoviana, aunque no había enojo en su voz e incluso una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

—No es robo si tú le quitas la envoltura y se lo entregas voluntariamente cuando te sigue —señaló Wanda con la misma sonrisa.

—Podría llamar a mamá osa si no consigue su barra de proteínas diaria, ¿quieres que sea el desayuno de mamá osa?

—Clint nos contó la historia del oso cuando nos escuchó quejándonos de que seguramente nos harías correr afuera de la base a pesar de la nieve y después de que Sam comentó que era como si tú no sintieras el frío.

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