8.¿Mamá?

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Siempre me despierto en la mejor parte de mi sueño, es casi como una pesadilla.

Ya era de mañana y quise levantarme. Al hacerlo, recogí mis cosas para irme del departamento de William.

Era triste, pero debía encontrar a mi mamá ahora o nunca.

Me puse un objetivo: hoy iba a buscar a mamá y si no la encontraba lamentablemente debía volver a casa y aceptar todo tal y como era y que todo era una fantasía hecha por mi imaginación.

-¿Ya te vas?-me preguntó mientras me ponía el gorro.

-Sí, debo irme... pero te prometo que te voy a venir a visitar algún día de estos-le prometí.

Nos despedimos y bajé las escaleras con mi mochila y mi guitarra.

Afuera estaba nevando y hacía mucho frío.

Me puse una chaqueta y empecé a caminar, caminar, caminar y caminar hasta llegar casi a la hora del té al Big Ben, que estaba a unos 7 kilómetros de mi casa y a 13 de la de William.

Estaba agotada, hambrienta y muerta de frío.

Me pasé la mano por la frente y me di cuenta de que estaba ardiendo en fiebre.

Me empecé a sentir muy mal y mareada; cuando estaba a punto de desmayarme, vi a una extrañas mujeres jóvenes, de alta estatura y con vestidos azules, que venían hacia mí.

Una me tomó en brazos y la otra cargó mis cosas; me llevaron hasta una especie de casa, en donde estaba una señora esperándolas.

Era todo como en mi sueño; quizás, solo quizás, yo pueda ver el futuro en sueños...

Lo que pasó después fue que, justo como en mi sueño, la señora me puso en la cama y llamó a alguien también llamada Helena.

Ella llegó corriendo y me puso un paño húmedo en la frente.

Ahí, me quedé dormida profundamente hasta el día siguiente.

-¿Amelia?, ¿me oyes?

Abrí los ojos. Seguía en esa cama en donde esa mujer joven me había dejado.

En la habitación estaba yo junto a una mujer idéntica a mi madre.

-¿Me oyes?-repitió.

Me senté en la cama y asentí con la cabeza. Me dolían un poco el cuello, la espalda y la cabeza.

-¿Quién eres?-pregunté-¿qué hago aquí?

-Tranquila-la señora vino hacia mi-tenías fiebre y mandé a unas amigas a buscarte para curarte...

Seguía sin responder mi pregunta, pero igual la encontré considerada.

-¿Quién eres?-volví a insistir.

-Soy Helena Wilson-dijo ella-tú eres Amelia, ¿o no?

Estaba impresionada.

-Sí, soy Amelia Richman Wilson...-respondí-¿tú eres... mi mamá?

No tuvo que responderme; era ella. Tenía los mismos rulos café avellana anaranjados que yo y mis mismos ojos color avellana.

Me abrazó fuertemente y yo a ella. Cuanto tiempo había pasado desde que se fue...

Nos quedamos así hasta que entraron 2 mujeres a las cuales yo conocía muy bien: Bella y Flora.

-Te traje el agua, Helena-dijo Bella.

-Y yo el Agua Vegetativa y las hojas de menta, como pediste-siguió Flora.

-¡No te acerques a ella!-grité apuntando a Flora-¡es una impostora, mentirosa, una mujer comprada y sobre todo una traicionera!

Flora se había asustado; no se había dado cuenta que era yo a quién me atendía.

-¿De qué hablas, Amelia?-me preguntó Bella.

-Son asuntos de familia, Bella-dijo Helena-no te preocupes...

Flora salió de la habitación junto con Bella, parecía nerviosa.

Cuando estuvimos solas, mamá me preguntó:
-¿Por qué dijiste eso, Am?

-Ella trabaja con Clarisa para el mal y usaron a mi mejor amigo contra mí-dije-nos engañó a todos, incluso a ti, una de sus hermanas mayores...

Mamá parecía confundida.

-¿Cómo supiste todo?

-De las cartas de tu habitación-respondí-las leí una por una y cada vez que leía algo descubría algo nuevo.

Quedamos en silencio.

-Bien, te voy a traer unas mantas-me dijo mientras se levantaba de una silla-quédate aquí...

Se levantó y se fue, pero no precisamente para buscar las mantas.

Flora ya se había escapado.

-¿Está aquí?-le oí decir a mamá.

Me pegué a la pared para escuchar.

-Sí y quiere hablar con tigo lo más luego posible...-le respondió Bella.

Se oyeron pisadas de botas con tacón; eran de una mujer.

-Clarisa-dijo mi madre-¿qué haces aquí?

-Tu y yo lo sabemos, Helena-le contestó con su voz horripilante de siempre.

-¿Café?-le ofreció Bella.

-Sin azúcar, gracias...

La puerta estaba cerrada, pero las aislaciones de las paredes no eran buenas, por lo que podía oír todo con solo pegarme a esta.

Ella probó el café y lo devolvió; al parecer no le gustó mucho.

-Hablemos en privado, Helena-le dijo Clarisa.

Se apartaron a la habitación que estaba en frente de la mía y ahí pude oír mucho mejor:

-Vine aquí porque debo hablar con tigo; tengo preguntas y necesito respuestas...

-Bien, pero rápido-le contestó mamá.

-Dime ahora mismo el por qué de tu visita en Londres, se supone para todos que estás MUERTA.

-Se supone, pero ahora todo cambiará-empezó-tengo un plan en marcha para poder terminar con esto y no lo vas a poder parar.

-No me importa lo que hagas, yo siempre estoy delante de ti sea como sea-respondió Clarisa muy desafiante-incluso tengo a tu hijo desde hace 15 años.

-Eso lo veremos, lo recuperaré y volverá con su melliza, Amelia...

Clarisa se largó del escenario y salió por la puerta principal.

Mamá fue a buscar las mantas para luego traerlas.

Yo estaba en shock. ¿Un mellizo mío ahí afuera?, ¿Clarisa lo robó?

Entre medio de mis confusiones llegó mamá con las mantas.

-Amelia-se sentó en una silla-tengo un plan para desenmascarar a tus tías, pero debes ayudarme o no podré sola...

Yo le dije que la iba a apoyar y me contó su plan.

Lo comenzaríamos hoy a la hora del almuerzo y para entonces las dos debíamos ir a casa.

Pasó un tiempo y mamá por fin dijo:

-Ya es hora, andando...

Me cambié a un vestido rojo, salimos del edificio, di las gracias y partimos rumbo a casa.

AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora