O7

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-Esto no se va a quedar así.

-Espera Shindō, es peligroso.

-Peligroso soy yo -se liberó del agarre que el peliverde ejercía sobre su camisa de botones cara pero juvenil, e incluso sexy.

-Shindō, escúchame, por favor -sentía que estaba al borde del llanto, no quería que le pasara algo a su preciado amigo -, es peligroso. Sólo olvídalo, saldré de esta.

-Tsk.

Volvió a entrar a la cabina y pasó la tarjeta por esta, haciendo que comience a tomar fotos. De un movimiento inesperado para el peliverde, lo pegó contra una de las paredes, quedando de lado a la cámara, a la tercera foto, lo besó. Fue un beso inocente, casto, un simple pico, pero Izuku no pudo evitar sonrojarse y abrir los ojos de más.

-Sígueme el juego.

Para la siguiente fotografía profundizó el beso, introduciendo la lengua y empujando al pecoso contra él con la mano que tenía en su cintura, utilizando la que le quedaba libre para acariciar la abultada y colorada mejilla izquierda del de ojos verdes.

El de orbes marrón disfrutaba ese momento como cualquier otro, debido que aunque estuviese enamorado de Midoriya y no se quiera dar por vencido con él, está consciente de que lo más probable es que éste guste de Ochako o Shoto, los chicos de su salón que siempre están con él. Por otro lado, el peliverde cerró los ojos, sin oponerse al beso que le hacía falta para relajarse, y se aferró a la cintura del más alto. Le seguía el juego como le había pedido, pero intentaba disfrutar también y dejarse llevar por la situación.

»-Relajate, actúa normal, ¿ok?

-Mhum.

Shindō lo agarró de la muñeca y salieron de allí, cogiendo las fotos a la salida. Al momento se convirtieron en el centro de atención de esas orbes rojas a las que tanto les temía Izuku.

Su corazón latía con tal violencia que se estaba desesperando por ello. Caminaron en su dirección, pasándole por un lado como si no existiera. Katsuki sólo miraba con desagrado el agarre de manos de Midoriya y el pelinegro. Enseguida cogió al pecoso por la otra mano y lo jaló hacia él.

-¿¡Qué te pasa!? -gritó Yō -¡Suelta a mi novio! ¡Consíguete el tuyo, fenómeno!

Este tipo era digno de admirar, Loki sentiría envidia de su astucia. Con habilidad, dejó caer las fotos de manera que pareciera un accidente. Y de más está decir que dichos papeles eran cero agradable a los ojos del rubio.

-Vámonos.

Shindō se alteró al ver que no cedía y se lanzó a golpearlo, cayendo al suelo estrepitosamente gracias al golpe que le regaló el otro. Él era más alto que Bakugō por tan solo unos centímetros, pero se sentía metros más bajo que él. Era obvio que en habilidades física no le llegaba ni al tobillo.

El rubio, enojado y con el ceño mas fruncido que siempre, si es que se podía, cargó ágilmente a Izuku sobre su hombro como un simple saco de papas o cemento.

-¡No, bajame! -golpeaba fervientemente su espalda -¡Shindō! ¡Ayuda!

El moreno se levantó de nueva cuenta, yendo tras el rubio, pero, aún con Izuku cargado, logró hacerlo caer una vez más.

Nadie hacía nada además de gritar algunos. Los guardias de seguridad del centro comercial acudieron a la escena rápidamente al escuchar los gritos pero no eran rivales para el rubio, quien los noqueó rápidamente y de un golpe a todos. Llegaron al estacionamiento y, recién allí, el peliverde se percató de que le había robado a su amigo las llaves del lujoso auto. Abrió la puerta trasera, lo arrojó dentro y cerró con la misma mientras el menor no paraba de gritar histéricamente que le dejara ir, que era secuestro, entre otras cosas.

El Asesino De Mi Inocencia [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora