—Señorita, me siento mal. ¿Podría darme una de sus pastillas?
—De acuerdo, ven, sígueme.
Entraron a una oficina pequeña y la enfermera saco un frasco con pastillas, al verlas el niño se estremeció, se acercó antes de que lo notara y le inyectó la medicina en una parte de su cuello. Casi al instante la enfermera se cayó estrepitosamente al suelo. Los pocos segundos en los que no se había dormido no tuvo el valor para mirarla.
Harvey corrió no sin antes agarrar las llaves y correr hasta donde estaba su papi que lo cargo y le dio un rápido abrazo con cariño, haciendo que se sintiera seguro.
Bajaron las escaleras y llegaron al final después de cinco minutos, Lowell intento poner todas las que pudieran en un tiempo corto, lo lograron y pudieron abrir la puerta. Casi lo lograban ambos, después de todo no había sido difícil hacer todo lo demás.
El guardia los encontró y casi les da un golpe para noquearlo pero su papi fue más rápido y así de pronto tomaron las llaves del guardia de seguridad y se subieron al primer carro que pito al quitarle el seguro desde el control.
Se subieron y arrancaron la camioneta viendo como detrás los seguían varias personas y salían muchos más pacientes.
Habían salido, lo habían logrado, ahora todo iba a mejorar, ahora todo iba a ser mejor para ambos, para su dulce y tierno bebito que tenía a un lado riendo tan hermosamente frente a sus ojos.
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~Daddy, Daddy, we're crazy~
RandomY lo vi pasear por aquellos pasillos sin sentido, con un color pálido en su piel y tarareando una hermosa canción. -¿Cómo te llamas?- pregunté. -¿cómo te llamas tú?- sonrió.