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—¡Papi! !papi!— corrió el pequeño niño por el pasillo hasta llegar a los brazos del mayor.

—¿Cómo estás, bebé?— lo cargo fácilmente entre sus brazos.

—Ahora estoy bien, pero antes no lo estaba, me encerraron en esa habitación fría y tenebrosa, papi— sus ojos se pusieron llorosos al recordar todo de nuevo.

—lo sé, cariño. Tal vez no debiste correr por los pasillos y gritarle a las enfermeras y doctores, bebé.

—Pero...mi amigo me dijo que lo hiciera y que me daría un premio, pero me mintió.

—aww, cariño las personas aveces mienten mucho. No les hagas caso si te dicen que hagas algo.—beso la cabeza de su niño y después lo bajo para agarrar su mano y caminar hacia el comedor.

—Hermoso, ¿Qué quieres comer hoy?

—No quiero nada, papi, guácala, todo aquí sabe horrible— saco la lengua y se cruzó de brazos.

—cariño, tienes que comer algo.

—¿Y me darás un besito?—pregunto con ilusión el niño.

—Claro, bebito. Ahora escoge— cargo a su niño para que pudiera alcanzar a ver que había de comida. Vaya que era bastante pequeñito y las barras de la cocinas demasiado altas.

Después de comer fueron a la habitación de su pequeño ya que él casi no tenía permitido salir.

Le permitieron a su papi entrar unos minutos con él.

Ambos se acostaron en la cama y Lowell comenzó a tararear una canción de cuna para que su príncipe se durmiera.

Minutos despues la respiración de su niño se volvió calmada y sus ojos se mantenían cerrados, indicando que ya se había dormido.

— Te quiero, lindo bebé.— susurro y dejó un tierno beso en una mejilla del dormido, cumpliendo su promesa de darle un beso.— no te preocupes cariño, tal vez pronto saldremos de aquí.— susurro de nuevo.

~Daddy, Daddy, we're crazy~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora