Alan me encontró en el jardín, aovillada en el tronco de un árbol, con las lágrimas saliendo sin medida de mis ojos. Estaba afectada por toda la situación, por Alan, por Gisele, por mí misma.
—Abril... —comenzó, pero yo me alejé de él cuando hizo el intento de acercarse a mí. Se había puesto su camisa y zapatos, la razón por la que no me había seguido hasta ahí en un principio. Suspiró, dejando suspendida su mano frente a mí—. No hicimos nada malo, Abril. Yo soy tu esposo, tú mi esposa. No es malo querer tener relaciones.
—No debería ser algo malo, pero eso dañó a una persona. ¿Sabes lo mal que me hace saber que algo que debería ser normal entre nosotros ya no lo es más? He estado contigo incontables veces, solo obteniendo buenas cosas, pero ahora resulta que al hacerlo obtengo a una persona con el corazón roto, sabiendo que tuve sexo con mi esposo. ¿Te das cuenta de la inmensa diferencia entre mi vida de antaño a la de ahora? Antes era una humana que lo único extraño en su vida era su novio licántropo, ahora soy una hechicera, o algo así, que ama a un licántropo que debería amar a otra persona, pero solo le hacen daño... no quiero hacerle daño a nadie, Alan, esa nunca fue mi intención.
—Lo siento. —Sollocé cuando se disculpó conmigo.
—No te puedo culpar de nada. Yo soy la responsable de todo esto. Entiendo el punto de haber roto el vínculo entre tú y yo, lo que no entiendo es por qué la vida te unió a otra persona. Quizá solo es eso: estás destinado a estar con ella, no conmigo, sin importar cuánto me ames o cuánto te ame yo a ti.
—No digas eso, por favor —susurró—, me hace pensar que ya no quieres nada conmigo.
La risa que salió de mi garganta casi me lastimó.
—Me he imaginado contigo recorriendo el mundo, he imaginado peleas ficticias para tener múltiples soluciones a ella, aunque solo sean hipotéticas. Me he imaginado organizando nuestra casa, decorándola junto a ti, organizando una habitación para un futuro bebé... quiero estar contigo, no me imagino otro futuro diferente a estar a tu lado, pero muchas veces no es lo que deseamos, lo que queremos. Yo no quería que mi vida diera este giro, no quería separarme de ti ni pelear una guerra que no me pertenece y que empezó hace mucho... Esto no es lo que conozco, Alan. Me siento una extraña en mi propio cuerpo, una impostora contigo y una traidora... Esto no soy yo.
—Acabará todo y podrás volver a ser tú, preciosa. —Comencé a negar en cuanto dijo la primera palabra, sabiendo cómo iba a continuar—. No volverás a sentirse así cuando todo acabe.
—No volveré a sentirme como yo nunca, Alan. Ya no soy la misma y no puedo pretender serlo.
Él se quedó en silencio, bajando la mirada y también la mano que había dejado extendida para mí. Lo observé sin decir más.
—Sé que no serás la misma. No eres la misma de hace casi dos años, ni la misma de hace cuatro. Has crecido, has madurado y esto solo es una prueba más, pero quizá la más grande que pasarás como persona y nosotros como pareja... La única diferencia es que no has podido procesar todo lo que ha pasado y no te culpo; yo tampoco lo he hecho, pero espero que puedas tomar esto para ti, para seguir siendo la chica de la que me enamoré, esa chica terca y testaruda que cuando me dio su corazón se convirtió en alguien dulce.
Las lágrimas quemaban mis ojos. Se dio la vuelta, no diciendo nada más antes de volver a la casa.
Sollocé al verlo lejos, sabiéndome sola. No sabía si él me podría escucharme aun dentro de la casa, pero no podía contenerme.
Era consciente de que me estaba desmoronando. La estabilidad mental que tuve antaño se había acabado. Necesitaba ayuda, si todo resultaba como debía de ser, necesaria ayuda.
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Lunas de plata
WerewolfTercer libro de la trilogía Cantos a la luna. ¿Puede la vida arruinar una ilusión? Todos los derechos reservados.