Suiza

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Si no habían subido antes a la gran montaña que tenían en frente, a tan solo unos dos o tres kilómetros que les separaba, era porque debían esperar los resultados del PCR que se habían hecho al bajar del avión. Debían hacer cuarentena en la residencia.

Mientras esperaban que pasaran las horas, la pareja se dedicó a cortar leña de un bosque que tenían a los pies de la casa que habían arrendado. El dueño les había dicho que podían sacar madera de ahí, que estaba permitido y de todas formas lo harían para salvarse del frío que les rodeaba dentro de las cuatro paredes.

Uno de los dos preparaba chocolate caliente, que por fortuna de ellos había mucha mercadería la cual aprovechar de la casa, y el otro metía los trozos de leña dentro de la estufa.

—¿Tienes un encendedor?

—¿Por qué tendría un encendedor yo? —preguntó extrañado Rubén. Creía que su marido lo conocía bastante bien para saber una respuesta concreta.

—Todos tienen un encendedor, independientemente de que fumes o no. —dijo en seco. Mirandole como si fuese bastante obvio lo que decía.

—Pues, yo no tengo uno, lamento defraudarte.

—Debe haber en uno de los cajones de ahí —señaló el mueble que estaba al lado de la cocina. —¿Puedes traermelo?

La cocina, que ya tenía un par de años de uso, le daba a la casa un toque de familiaridad junto con los muebles de madera vieja que estaban por toda la casa.
A Samuel les parecían bonitos, pero prefería sus estantes blancos y negros que tenía en su casa de Madrid y Andorra. Era la casa que arrendaban una paleta de colores muy distinta a la que estaba acostumbrado ver en su día a día, pero aún así le gustaba como se sentía estar rodeado de esos cálidos colores.

Pensó por unos minutos que Rubén y él, parecian esa mezcla de colores que le estaban gustando tanto. Él mismo, una escala monocromática, y Rubén una paleta de colores de un perfecto otoño, con todas sus tonalidades. Muy distintos, demasiado para cualquiera que lo viése desde fuera como un mero espectador, pero era él el que estaba viviendo entre esos colores, y le encantaba.

—¿Crees que pronto lleguen los resultados? —un Rubén ansioso se levantó con ánimo del sofá y encendió el televisor, para después regresar al mismo lugar y acomodarse.

—Sí, de hecho no deberían tardar tanto aquí. —se levantó del lado de la estufa.

—¿Irémos a lanzarnos por la montaña apenas lleguen los papeles u haremos otra cosa antes?

—Así como lanzarnos, lanzarnos, no, pero sí nos vamos a DESLIZAR por la montaña con nieve hacia abajo, si eso es a lo que te referias. —Enfatizó.

—Eso mismo, pa' qué te discuto.

—Que va, si era una bromilla.

—De abuelo. —respondió. Este se levantó nuevamente del sofá y buscó entre los muebles de la cocina unos snacks.

—¿Quieres que cocine algo? Ya se está haciendo de noche.

—¿Qué hay disponible en la carta?

—Hay pollo. Pasta. ¿Te parece pasta con salsa y le agrego pollo?

—Sí a todo.

—Entonces eso cenaremos.

Osito y Triple 7 en La Vida || RUBEGETTA || Parte 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora