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Jeongguk no dejaba de pensar en lo sucedido la noche anterior. En los ojos tristes que le habían mirado con tanta desesperación, ahogados en un mar de oscuridad. En como sus pálidas manos temblaban escapando de su control total y como se aferraba a él en aquel íntimo abrazo que habían compartido. 

No sabía por qué se encontraba así. Tampoco le había dado tiempo a preguntar pues cuando aquella conexión, aquel abrazo de consuelo había sido roto, una enfermera llegó y le regañó por estar allí, solos, con aquel frío. 

Le picó la curiosidad, y le oprimía el pecho la duda. Sentía una desesperada necesidad de preguntarle por aquello, lo que le hacía soltar tan desgarradoras lágrimas. Quería ayudarla. Se sentía mal, tan mal que solo el poder brindarle algo que la sacase a flote sería el consuelo que su corazón necesitaba para dejar de doler. De estar oprimido con tanta ansiedad contra su caja torácica, contra su propio pecho. ¿Sentía pena? ¿Era por eso el por qué de su lio de emociones y sentimientos? ¿El por qué, después de horas, seguía quemando?

Quizás simplemente era un reflejo de él mismo. Él, su él indefenso y que nunca podía proteger. Aquel que se había rendido y que también solía ser el que ganaba todas la batallas internas que brindaba cada noche y que estaba harto de pelear.

Unos golpes, contra su puerta, tras el arrastre de unos pies sin fuerza por el frío suelo, le hizo dejar de divagar aquella mañana. Se sintió extraño y desconcertado pues no  esperaba visitas, y su compañero de cuarto había salido ese día. 

— Puedes entrar — Susurró, extrañado aún y enderezándose en la cama, dispuesto a enfrentar a la persona que entrase por la puerta. Quizás era su madre.

Pero se equivocó. Lo primero que captaron sus ojos cuando la persona se sintió valiente para entrar fue aquella piel pálida característica de Kim Hyieri, acompañada de una sonrisa nerviosa, y amable y unas ojeras que se marcaban con fuerza y abruptas bajo sus claros ojos.  

Jeongguk no se esperaba verla tan rápido, menos aún que acudiese a su cuarto a verle. 

Se incorporó mejor aún en la cama, las sábanas rodeando sus piernas, nervioso, tragando saliva fuertemente en el proceso. Sin saber que decir o hacer. Él no hubiese sido capaz de ir a verla si le hubiese visto destrozado y vulnerable. No era tan valiente como ella.

Aunque Kim Hyieri no era tan valiente como hacía parecer.

— Hola — Dijo, tranquila, cerrando la puerta tras de sí, y haciendo desaparecer la tenue sonrisa que llevaba entre sus labios. Se acercó al chico, queriendo hablar con él. Lo había meditado durante minutos tras la ida de Jimin de su cuarto. Quería pedirle perdón por verla de aquella manera y ocasionar que se preocupase por ella. También una explicación. Quería explicarle, acercarse a él y conocerle más. Desnudar las capas que tenía aquel chico mientras seguía construyendo las suyas propias. — ¿Qué tal? — Preguntó, segundos después cuando estuvo frente a frente con él. No se atrevía a posicionarse a su lado. No quería verse más pequeña aún.

Jeongguk se quedó en trance, intentando descifrar a la chica que  tenía delante. La miró, intensamente durante unos segundos antes de contestar.

Sí, necesitaba respuestas a sus preguntas. Aunque fuesen cortas y efímeras.

— Bien — Habló, apartando su mirada entonces, por si la incomodaba demasiado. Sin embargo, ella no dejaba de mirarle. — ¿Tú? — Preguntó, desconociendo por completo si ella le contestaría o simplemente evadiría el tema con elegancia.

Hyieri sonrió vagamente, de nuevo, y miró por la ventana. A eso había venido, a contestar aquella pregunta, aunque ahora quería irse, correr por el estrecho pasillo por el que había venido y desaparecer por una de las esquinas que había en el camino a su cuarto.

Reminiscence | jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora