01; depression

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El silencio no era buen amigo, nunca lo había sido y nunca iba a serlo. Era, simplemente, algo que estaba allí y que no gustaba para nada; no aportaba nada. Le tocaba estar y existir porque así era la vida, había cosas para todo. Y eso Hyieri lo sabía muy bien, por eso el silencio no le había gustado nunca. Le producía inquietud, mucho más aún cuando el día anterior el hospital había estado lleno de ruidos, gente y gritos. No podía llegar a entender como existía aquella dualidad, como era posible cambiar algo tan rápido. Le asustaba.

Presa de sus miedos y sus idas y venidas de pensamientos decidió despejar su cabeza, aquello sería lo mejor para su salud mental, esa de la que carecía hace tiempo y que necesitaba recuperar lo más rápido posible si quería salir de allí. Estaba acostumbrada a las lúgubres  paredes, a esos tonos blancos y característicos de los suelos, esos colores que, al igual que había llegado un día en el que se había odiado a sí misma, estaba empezando a odiar también. Asique, con su mochila llena de cargas e inseguridades salió de su cuarto necesitada de un respiro si no quería acabar llorando un poco más. Odiaba aquellos días de bajones y más odiaba el hecho de que Park Jimin no estuviese allí para consolarla en ese mismo momento. Pero ella necesitaba permanecer fuerte pues tenía que seguir ayudando a los demás por lo que tenía que aprender a controlarse ella misma, sin ayuda de nadie. Sola. Al igual que el silencio.

Los pasillos blancos estaban fríos, se sentían fríos, Hyieri no supo distinguir si era el ambiente o ella misma la que transmitía ese sentimiento pero se sentía pesado y helado. Tembló pero siguió caminando, necesitaba salir y respirar el aire fresco aunque fuese invierno, aunque hiciese más frío fuera que dentro, ella sentía que si seguía ahí, parada, sin hacer nada, sin poder andar, se iba a acabar muriendo congelada. Porque sí, parece irónico pero para ella esas paredes estaban más frías que cualquier copo de nieve que pudiese caer de aquel cielo grisáceo que había levantado aquella mañana el día.

Se preguntaba, mientras seguía caminando y tras decirle a una de las enfermeras que más conocía cuál era su destino y conseguir que esta no saliera tras ella pues había algo fuera en el patio al que iba para distraer a los pacientes, porque sí había espectáculos y cosas a veces, qué era exactamente lo que le esperaba. También se preguntaba, muy en el fondo, si el frío procedía de su corazón o quizá de lo más oscuro y lejano de su cerebro, aquel que le había jugado tantas malas pasadas en el pasado y que seguía haciéndolo día tras día, pero más aún en estos momentos donde la ansiedad le consumía más rápido que otra cosa. Incluso la angustia estaba presente en ese instante donde sus piezas más preciadas parecían caer al suelo formando montones y montones destruidos y sonando con fuerza, casi como si estuviesen enfadadas y se estuviese revelando contra ella, rugiendo. Aquellas piezas que tanto le había costado formar, aquellas figuras que había construido durante meses.

Odiaba los bajones, odiaba las subidas. 

En esos días, en esos momentos odiaba todo.

Las puertas del patio se encontraban abiertas dejando al frío del invierno pasar dentro del edificio, pero era más calmado que el que se encontraba dentro. A Hyieri el pasillo se le había hecho eterno y el ascensor más aún, por lo que se preguntaba aún cómo es que una hipotermia no había rodeado su corazón pues seguía temblando, aunque ya no estaba segura si por el frío o por otra cosa. El calor indagó en su organismo y se calmó cuando pasó las puertas que le separaban de uno de los patios.

Una dulce melodía se extendió por sus oídos, la guitarra que sonaba de fondo junto con la dulce voz de una chica le ayudó a calmar su corazón. Respiró, tan fuerte que sus pulmones ardieron y se hizo daño, pero lo ignoró pues un taladro seguía partiendo su cerebro y sus pobre figuras, sus queridas piezas. Su corazón. 

La chica se sentó en una banca de allí, admiró a los pocos pájaros que había por culpa del frío, también el cielo gris y después llevó su vista al pequeño escenario donde los pacientes estaban sonriendo, escuchando y charlando entre ellos. Parecían pasarlo bien, parecían calmados, sin  preocupaciones ¿Entonces por qué ella, que era siempre la que estaba en ese estado, estaba ahora en ese momento a punto de colapsar, a punto de estallar?

Giró su cabeza cuando la voz de dos personas se coló por uno de sus oídos, que gracias a la música — y por suerte — habían dejado de estar taponados. Se encontró con un enfermero que era de los más jóvenes de allí, que conocía de sobra pues no era fácil olvidar a Kim Seokjin, hablando, en lo que parecía ser más o menos una discusión, con un chico de cabello castaño sentado en una silla de ruedas. Hyieri no quiso ser curiosa pero necesitaba distraerse con algo pues su necesidad de salir del pozo era demasiada así que se acercó, poco a poco, hasta que pudo escuchar con facilidad. 

— Tienes que hacer la rehabilitación si no quieres quedarte en silla de ruedas toda tu vida Jeongguk — El mayor de los dos, que estaba llegando ya a su límite de paciencia, se agachó para quedar a su altura y poder transmitirle más — Se que ahora lo ves todo negro, perdido y no tienes ganas de nada sino sabes que va a ser a un cien por ciento pero tienes que dejar la negatividad a un lado y confiar en ti mismo. Sabes que eres capaz de esto y de más, los dos lo sabemos. Así que por favor valorate más, valora la vida.

Dolió, no supo porqué, pero a Hyieri le dolió. No le gustaba ver a la gente mal. Prefería estar en aquel pozo meses y meses, tener la angustia cabalgando a sus anchas en el pasto de su cuerpo, pero no podía dejar que alguien sufriera. Así que le dolió, como si fuese ella la que estaba en esas situación, dolió ver que alguien no era capaz de valorar su propia vida.

Necesitaba calmar esa ansiedad y ayudar a aquel chico.

— Lo intento, pero es complicado Hyung — El murmullo del más joven fue tan bajito que Hyieri por poco no lo escucha, pero lo que sí que escuchó en su totalidad fue como, al final de la frase, se le había roto la voz de tal manera que tuvo miedo de que se echase a llorar ahí mismo pues ella iría después.

No se escuchó nada más después de aquello, nada más que otra canción empezando acompañada de una calmada guitarra y una suave voz. Y, mientras los primeros copos del invierno empezaban a caer con calma desde el cielo Hyieri se hizo la promesa de ayudar a aquel chico a la vez que se ayudaba a sí misma.

No permitiría que nadie se quedase en el pozo, no cuando había una salida a lo alto.

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n/a; ya dije que los
capítulos iban a ser cortitos
asique jeje

espero que os guste

Reminiscence | jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora