Capítulo 3. Una nueva vida.

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Antes de comenzar el tercer capítulo de Bajo tus alas, me gustaría pedirles disculpas por este retraso de un día. Prometí subir cada lunes un capítulo, no obstante, ayer no me fue posible cumplir, por eso es que subo el tercer capítulo hoy, martes. Una vez más, les pido disculpas. Lo ocurrido ayer y hoy se trata solo de una excepción, porque cada lunes tendrán un nuevo capítulo de esta hermosa historia. Una vez más les recuerdo que Bajo tus alas es una historia original, por lo que tengo todos los derechos reservados sobre ella. Así mismo, Bajo tus alas está recomendada para mayores de 21 años, debido a que puede contener escenas catalogadas como de violencia y para mayores de 18 años. Y, ahora si, ¡Aquí está el tercer capítulo de Bajo tus Alas!! ¡Espero que les guste! :)

CAPÍTULO 3. UNA NUEVA VIDA. 

– No te he llamado – susurra Joshua, mirado como su madre coge la cubitera de hielo del congelador, la vacía en una toalla, cierra sus extremos formando un pequeño hatillo, y se la coloca sobre la mejilla y el labio partido. Para evitar la hinchazón. Aunque la hinchazón seguirá apareciendo. 

– Lo sé. Pero ella sí. Mi ratoncita – musita Álvaro, con gran congoja en la voz. 

– ¿Tu ratoncita? Así es como mamá decía que su padre la llamaba de niña... – reveló Joshua, girándose hacia Álvaro y mirándolo bajo una nueva luz. Comprendiendo, al fin, su extraordinario parecido con él. 

– En parte fue por ella que elegí ser tu ángel de la guarda. Quería seguir estando ahí para ella... y para ti, Joshua. Aunque no me pudiesen ver. Me preocupaba tanto tu madre cuando me llegó la hora de partir, que tomé como un regalo el que me permitiesen ser tu ángel de la guarda. ¡Quería quedarme tanto Joshua! Por ella. Quería protegerla de ese desalmado con el que acabó casándose. Cuánto más le prohibía verlo, más se empeñaba en estar con él. Ése fue mi error. No tomé las decisiones correctas con ella. En esos momentos no comprendía por qué el amor, el ansia de saberse deseada, la habían cegado tanto. Después de irme, lo comprendí – le confió Álvaro a su nieto, con voz apenada, perdido en los recuerdos de una vida ya finalizada. 

– ¿Por qué no lo deja? – le preguntó Joshua, abatido, con la atención puesta en su abuelo recién descubierto. 

– Porque no puede. Cree que, sin él, ella no es nada. Cree que, si le pega y la insulta, es porque se lo merece. Porque no es suficiente para él, porque no está a su altura, porque lo ha decepcionado, porque... busca tantos porqués para justificarlo. Mi ratoncita –exclamó tristemente Álvaro, mirando a su hija Susana. – Tu madre está rota por dentro, Joshua. Aún no se ha dado cuenta que, en ella, está el poder de salir de esta situación que tanto mal, y sufrimiento, le ocasionan. En ella está el poder de cambiar su vida. Mi ratoncita se merece ser libre, reír y disfrutar de la vida. 

– ¿Lo hará algún día? – preguntó Joshua desesperado, dando un paso para acercarse a su madre. 

– Todo está en ella. Es ella quien debe dar el paso y cambiar su destino. 

– ¿Y tú no puedes... – preguntó Joshua, deteniéndose en busca de la palabra adecuada hasta encontrarla – interceder por ella? ¿Hacer que abra los ojos? ¿Qué diga basta y salga de... esta vida que la destruye? 

– Joshua, si hubiese estado en mi mano, lo habría hecho hace mucho tiempo. Desde queme convertí en tu ángel de la guarda. Si hubiese podido, mi hija se habría alejado de ese... tipo y tú y tu madre habrían tenido una vida muy diferente. Pero no pude, ni puedo, hacer nada por ella. No puedo intervenir. En cierta forma, y aunque parezca duro y despiadado, tu madre decidió su destino, y lo sigue decidiendo cada día que pasa. Es su libertad de elección, aunque le haga daño y la mate lentamente. Nosotros, Joshua, no podemos hacer nada. Solo observar a nuestros seres más queridos, e intentar aliviar su pena, desde la distancia, en los momentos permitidos. 

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