Capítulo 4

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"Las súplicas"

La sinarquía de un reino perfecto no menguaba en ningún momento, y si en alguna oportunidad había un pequeño incidente, era escondido de forma extremadamente eficaz.

Esa forma, era denominada la caza de presas débiles. Hellivecir era el arma fundamental de los crímenes a sangre fría, aquellos que se esconden en sus infinitos pisos subterráneos. Dentro de ella, lanzan los dados para decidir quién de los blandengues dejará de respirar. Esa es la finalidad, el disfrute de visualizar con detalle la sangre empapando todo, los gritos y súplicas que vienen desde lo más profundo de la garganta.

La perfección de Priceville no podía caer con una cortina pesada, por eso existe la ciudad al revés, con interminables pasillos blancos, y fríos, con iluminación tenue, blanca o de colores en los clubes grandes.

Marcar a tu presa te hace un ser relevante. Matarlo te hace convertirte en un ser supremo.

Aunque matar a otro Pricevilliano, era algo raro, ya que, eran un tanto diferentes las acciones de una mente sin límites que ha dejado de contener todo lo que le es negado en el día, comparado con las acciones de un monstruo nocturno. Parece algo idéntico, pero el punto es que hay niveles.

Sensatos, sangrientos y silbantes.

Los sensatos son aquellos que mantienen un nivel disimulado del colapso liberador, no son perversos –al menos no hasta cierto punto–, solo disfrutan de placeres carnales y vicios estimulantes, como las apuestas, y el alcohol con poca graduación; como el boza, mead y vinos. Son las personas que ordenan el lugar y se mantienen atentos a cualquier afinidad de destrucción en lo alto. Y llevan consigo, el no consumir drogas, porque si lo hacen la posibilidad de transmutarse en silbantes es verosímil.

Los sangrientos están denominados como los santos verdugos de la ciudad, se mantienen con ese afán desmesurado de causar sangre. Son tantas las ansias, que hasta son capaces de autolesionarse para ver el líquido color rojo brillante toda la noche.

Por último, están los silbantes, demonios de la noche que son capaces de vagar por horas, jugando con su comida; desde animales, hasta personas. Les gusta sobre todo torturar a criminales, traídos de cualquier parte del globo terráqueo para su ejecución. Aunque nunca es solo una ejecución, es un entretenimiento que estos tres grupos que tienen en común la skyblue disfrutan con devoción.

Nadie sabe a qué grupo pertenece hasta que baja a Hellivecir.

Los niños no son aptos a entrar en ella, hasta que cumplen dieciséis años de edad, donde la dosis de la skyblue aumenta a la de un adulto, desde ese momento se convierte en una prueba para añadirlo en un grupo y darle un pase a un club determinado.

En ese mismo momento, a sus dieciséis años, Bex vivió mucho más que un cambio de rutina nocturna, visualizó de manera presencial, como destruían el cuerpo de su padre hasta matarlo, y como todos disfrutaban como si de un espectáculo se tratara, mientras ella lloraba inconsolablemente contra el piso, con gritos de desesperada compasión que eran ignorados completamente. Habían cosas más interesantes a las que prestar atención, mucho más allá que ver a una puberta llorona y débil como su padre. De tal palo, tal astilla.

Ella odiaba bajar por el simple hecho de que siempre le aparecían imágenes de aquella noche, como a mí, vivir con esos traumas se supone que con el tiempo se hace más fácil, pero no es así, es que cada vez te colocas un poco más fuerte. Lo que no contamos es que siempre habrá una caída de emociones que nos hará consumirnos en eso, y solo eso.

No se supera, porque el pensamiento volverá tarde o temprano.

Vive con ello y deja el drama; se escucha tan fácil, tan posible y nada del otro mundo.

StrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora