Capítulo 5

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"Podríamos ser eternos en un chasquido"



La entrada de forma de cuadro que con el asfalto se escondía, estaba completamente oscura, solo era niebla espesa y netamente negra; seguimos, y bajamos con cuidado las escaleras, que solo pudimos topar sin caer o que no nos sorprendiera la bajada por el saber, con muchísima antelación que estaban allí–era enteramente memoria muscular–. Sentimos la humedad y el vapor del lugar, que me apretujó cierto cosquilleo de calor en todo el cuerpo, introduciéndonos de lleno en la ciudad al revés.

El olor era tierra mojada ligado con el olor del metal y el moho.

La penumbra al instante de terminar los escalones, es disuelta por solo una nube luminiscente que toma un pequeño rango de luz, que sale de una mini linterna que tiene el muchacho, de llavero. Con la visión más entendida tocamos el botón rojo que estaba dentro de una caja de fusibles que las manos llenas de anillos caros, abrieron con azote. Luego de tres leves pitidos, se enciende, con un color rojo brillante, llegando a ser casi naranja. Lo cuál hace que también salga a relucir con luz, una ranura táctil donde se coloca el dedo pulgar para identificar la huella digital. En ambos intentos–el mío y el del chico–, se colocó en verde, dando señal de que estaba en los registros, y que podíamos pasar. Se escuchó un sonido, fuerte, de esos que aparecen al abrir las rejas de una celda, y la pared se abrió como la de un ascensor, solo que esta era mucho más grande y gruesa, la cual siempre hacía temblar todo el lugar, como si fuera una cueva muy antigua.

Luego de esto, algunas lámparas se encendieron en lo alto, pero era una luz muy débil, aún el lugar no se podía visualizar muy bien.

El carraspear y el enfoque que sus ojos hicieron en mí, hizo que mi temperatura corporal se desequilibrara más por esa acción, que por la temperatura de estar bajo el suelo. Su linterna apuntó a mi cara, la cual no tuve tiempo de cambiar, y mis labios entreabiertos junto a mis ojos lelos en él, me delataron.

Me recompuse rápido cuando inició ese gesto tan cambiante, que hasta llegaba a ser repulsivo.

–¿Trajiste lo necesario?–preguntó acercándose a mí, tomando mi cara entre su mano libre, para luego atenazar mis mejillas fuertemente con sus dedos, acercando su cara, hasta llegar al punto de rozar su nariz con pequeñas caricias a la mía.

Se podía considerar una postura bipolar en el instante: estaba siendo malo, y tierno. No era estable.

–Si a eso te refieres a mi teléfono, pues sí, no hay persona que no salga sin él hoy en día–modulé con dificultad, porque aún no dejaba de juntar mis cachetes contra mis dientes. Ya dolía.

Bajó la linterna acercándose mucho más y metió su cabeza en mi cuello; olió, y pausadamente, subió a mi oreja llena de piercings. Tomó un mechón de cabello que al parecer le estorbaba y lo colocó atrás de esta. En ese momento estaba paralizada, el sudor que bajaba por mi espalda ahora estaba helado y erizaba mi piel de sobremanera.

Respiró justo ahí y sentí un temblor como leve arcada que después se intensificó con la voz mucho más profunda de lo habitual que salió de sí.

–Sabés muy bien a lo que me refiero, conejito–suspiró con vehemente comodidad, y bajó mucho más su cuello para recostarse de mi hombro desnudo, por el vestido sin mangas que llevaba puesto. Mi chaqueta y mi bolsa, reposaban entre mis manos que ahora estaban sin movilidad porque el abdomen del chico me había dejado sin ella, por el hecho de estar tan pegado de mi delgado cuerpo.– Podríamos hacer mucho más que ver toda la noche un lugar que no deja las luces de un solo color. Podríamos... Marearnos con algo mucho mejor, mucho más intenso y potente.

StrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora