11. Juegos

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– ¿Qué diablos es? Casi tengo miedo de preguntar, honestamente. ¿Qué diablos es una vagina ojinal?"

Hay risas alrededor de la mesa cuando Darcy Lewis toma una botella y toma un trago antes de volver a dejarla y girarse para enfrentar la confusión en el rostro de Bucky Barnes.

– Está bien, entonces, vagiojinal fue una tendencia durante un minuto caluroso en, como, 2021 o algo así, donde las mujeres obtenían estos adhesivos, como, diamantes de imitación y esas cosas, y los usaban para hacer patrones elegantes en sus, eh.

Darcy hace un gesto, agitando los dedos, hacia su entrepierna.

Hay un largo silencio antes de que Bucky diga.

– No, tonterías, no por favor.

– No, es verdad.

Ofrece Jane. Estaba borracha como el infierno al otro lado de la mesa, su cara sonrojada y sus ojos muy abiertos.

—Lo hice una vez. Para ... para ... para ... Darcy, ¿cómo se llamaba?

– Donald, dice Darcy, con un toque de ácido en su voz. - Donald el imbécil.

– Eso suena muy bien.

Ofrece Tony desde el otro extremo de la mesa. -Me gusta.

Bucky niega con la cabeza, mirando la extensión de cartas frente a él. Sus ojos se mueven de uno a otro antes de iluminarse con uno. Su mano cae sobre él y lo levanta, sonriendo ampliamente.

– Oh sí, es este.

– Entonces, ¿cuál es el mejor amigo de una chica, Buck?

Steve pregunta, regresando de la cocina con un tazón de mezcla para bocadillos.

Bucky sonríe, gira la tarjeta para que todos puedan verla y levanta su mano de metal para mover los dedos.

– Mejoras cibernéticas.

Un coro de gritos y abucheos recorre la mesa, y luego las cartas blancas se guardan incluso cuando Clint, con una sonrisa, reclama la negra.

Riendo a carcajadas, Darcy alcanza la pila de tarjetas negras y desliza una de la parte superior, sosteniéndola para leerla.

– En la cárcel del condado de Los Ángeles, se dice que puedes cambiar doscientos cigarrillos por ... ¿por qué?

– Oh, esto debería ser bueno.

Opina Clint haciendo un gesto y volteando una carta sobre la mesa. La pila de cartas blancas se acumula rápidamente, y Darcy las baraja antes de colocarlas una por una, leyéndolas en voz alta a medida que avanza.

– Setenta y dos vírgenes, juegos previos a medias, sexo sorpresa, una sorpresa salada y un micropig con un diminuto impermeable y botines. -Se sienta allí por un minuto, mirando las cartas, y luego niega con la cabeza. –Todos ustedes necesitan a Jesús.

– Oye, vamos... - Se queja Jane.
–¿Quién no querría compartir su celda con un micropig en un pequeño impermeable y botines?

– No lo haría. - Responde Tony. – Los cerdos son animales inmundos".

– Yo tampoco lo haría.

Asiente Steve mientras se acomoda.

– Ahora, tal vez si estuviera usando un pequeño par de overoles de conductor de ferrocarril.

Riendo, Darcy vuelve a hojear las cartas antes de decidirse por una sorpresa salada. Steve grita, reclamando la carta negra y su punto, y Tony niega con la cabeza.

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