¿Se supone que debo sentirme halagado?

381 18 2
                                    

   Después de haberse dado un baño en contra de su voluntad, Príncipe no estaba de buen humor.
   Y por si fuera poco el terremoto con piernas, o mejor dicho Isabelle, entró a la habitación.
   Era raro que aún no había hecho acto de presencia.
   —Oh Marian...¡Ven aquí para mostrarte mis muñecas!—gritó con su voz chillona.
   Nada bueno se avecinaba.
   Como un reflejo Príncipe se ocultó debajo de la cama, Marian no estaba cerca para ayudarlo ya que estaba con Lady Rohisha en el salón.
   —¿Marian?—llamó Isabelle.
   Al no ver a nadie en la habitación salvo la cola de un gato ella...
  ¡Esperen! ¿La cola de un gato?
   Oh no...
   La niña se agachó encontrándose con un pequeño gatito anaranjado.
   —¡Ajá!—lo tomó en sus brazos aunque Robin luchaba por zafarse—¡Te atrapé!
   Robin suspiró, no importaba cuánto luchara por zafarse de su agarre, la niña era más fuerte.
   Detesto ser un gato
   —Te llamaré... ¡Princesa!— dijo con entusiasmo
  ¿Es en serio?
    Isabelle miró a ambos lados para cerciorarse de que estaba sola, luego corrió fuera de la habitación dejando evidencia en la escena del crimen. Sus juguetes.
   ¿A caso no puedes robar bien?
    Marian regresó a la habitación después de un rato, y le sorprendió que Príncipe no saltara a recibirla.
   —¿Príncipe?—preguntó sonriendo— Ah ¿Sigues enojado por el baño?
    Se rió negando con la cabeza—. ¡Ven Príncipe!
    Recorrió todo el cuarto en búsqueda del gatito solo para darse cuenta de la desaparición de su peludo amigo.
    Oyó unas risas cerca,la maquiavélica risa de Isabelle.
    Recogió los juguetes regados en el cuarto y frunció el ceño.
   —Isabelle...
     Siguiendo el sonido de las carcajadas llegó.
    Ahí estaban ella y su gato totalmente aterrorizado, Marian suspiró con pesadez.
   —Devuelveme mi gato, Isabelle—pidió entrecerrando los ojos.
   —No-oh—le sacó la lengua— Ahora es mío.
   —No es tuyo, es Mi gato— alzó la voz en el "Mi"
   Inició un forcejeo entre ambas y el pobre gatito suplicaba internamente que alguna ganara la pelea.
   —¿Qué pasa aquí?—gritó el príncipe Juan
   —¡Ella tiene a mi gato!—gritaron ambas al unísono.
   —Ya, ya, no peleen— agarró al gato y se lo llevó dejándolas sin habla.
   ¡Déjame, idiota!
   El príncipe analizó al gatito y sonrió burlesco.
   —Tal vez no eres tan feo.
  ¿Se supone que debo sentirme halagado?
    Continuará...
    


  


 

Un gato en apurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora