🐱Robin el gato🐱

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     Un joven de cabellos anaranjados paseaba por el hermoso bosque de Sherwood en un hermoso día soleado, las aves cantaban y los rayos del sol se filtraban entre las hojas.
     Nada malo podría pasar en un día tan hermoso...¿O sí?
     Mientras paseaba por el bosque un rayo de luz celeste se estampó contra él envolviéndolo, eso solo significaba una cosa: Un mal hechizo de Marian.
     —Oh-oh— pronunció, la luz celeste se desvaneció dejándolo tendido en el suelo con un gran dolor de cabeza.
     —¡Meaw!— se quejó sobando su cabeza.
     ¡Esperen un momento! ¿Maulló?
      El solo pensamiento de imaginar en lo que pudo haberse convertido lo hizo estremecerse.
      Asustado levantó las patitas delanteras deseando que solo fuese una pesadilla, efectivamente era un gato, tenía pelaje anaranjado, cuatro patas y una cola.
      Su arco y flechas yacían tirados en el suelo como basura, recogerlos hubiese sido en vano con esas patitas de gato así que ni lo intentó.
     Muy bien, aparentemente soy un gato y si mis sospechas son ciertas todo es obra de Marian. Ahora ¿Cómo vuelo a ser humano?
     —Tengo que encontrar a mis amigos— habló, lo cual le pareció raro ya que según él los gatos no pueden hablar.
     Si podía hablar como creía que lo hacía le sería muy fácil hablar con sus amigos y explicarles la situación.
     Con una chispa de esperanza se encaminó hacia su guarida, se le hizo muy fácil entrar siendo un gato ya que no tuvo que subir las escaleras.
     El problema llegó cuando al entrar y rozar su cabeza contra la pierna de su amigo este lo pateara alejándolo.
     —¡Tuck!—Pequeño Juan lo reprendió— Mira, el pobre está asustado.
     —¡Eres un idiota, Tuck!— Robin gritó, para su mala suerte su amigo no lo entendió.
     —¿Qué? no me gustan los gatos— se excusó.
      Pequeño Juan acarició el lomo del animal para intentar aliviarle el dolor de la patada.
     —Pídele perdón por patearlo— exigió frunciendo el ceño.
     —No haré eso— Tuck negó con asco, Pequeño Juan se cruzó de brazos—Lo siento gatito, no fue mi intención lastimarte.
     —Tranquilo, gatito, el gordinflón ya no va a lastimarte—lo consoló Pequeño Juan recibiendo una mirada asesina por parte de Tuck
     —Pequeño Juan, soy yo, Robin— Tuck analizó al animal
     —¿No crees que se parece a alguien?— preguntó Tuck
     —¿A quién?— preguntó Pequeño Juan meciendo al gatito en sus brazos
     —A Robin— contestó, su amigo rió en burla
     —¿Cómo un gato puede parecerse a nuestro amigo, Tuck? estás loco—le dijo.
      Tontos
     —Tienes razón, quizá solo es mi imaginación—respondió.
      Entonces ninguno de los dos podía entenderlo ¿Ahora cómo escaparía de los brazos de Pequeño Juan?
       Una idea cruzó su mente, Robin saltó de los brazos del Pequeño Juan tirando todo a su paso, desordenando la guarida.
     —¡Gato malo, mis galletas!— gritó Tuck— ¿Lo ves, pequeño Juan? Te dije que era un gato malo.
     —¿Cuándo me dijiste eso?— gritó en respuesta
     —¡No lo dije pero lo pensé!— siguió
       Luego me encargo de ustedes.
      Aprovechando la distracción de sus amigos Robin corrió lejos de la guarida, tendría que encontrar a la causante de esa situación, y que secretamente era su enamorada. Lady Marian.
     Siendo humano entrar al castillo le era muy fácil si escalaba los muros, pero siendo gato era pan comido.
    —¡Meaw!— el gato hizo notar su presencia sorprendiendo a la princesa frente al espejo peinándose.
    —Awww ¿Cómo entraste aquí, gatito?— preguntó Marian alzándolo—¿No es lindo, Derke?
    —Es toda una ternura— respondió sarcásticamente el hámster.
     Envidioso
     Lo abrazó. Siendo humano Robin se hubiese dado el gusto de sonrojarse por su cercanía con la princesa, y estaba tan feliz que lo olvidó.
     Continuará.
 

Un gato en apurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora