Capítulo 04

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            Al otro día, Ada ideó una manera de disimular la razón por la cual su deseo de concurrir seguidamente al establecimiento se intensificaba.

Halló a Janick dirigiendo un coro juvenil esa tarde y esperó a que la clase finalizara, sentada en una butaca del fondo del salón. Luego se acercó a Collinwood, sonriente, tapando toda posible actitud sospechosa.

—Buenas tardes, profesor.

—Ada. Que sorpresa verla aquí tan seguido —Se inclinó hacia ella.
La mujer vaciló un momento para expresar:

—Vengo a solicitarle algo. Espero, pueda ayudarme.

—Dígame —Janick tomó asiento en una de las butacas y señaló otra a su lado para que su alumna se ubicara allí.
Ada se sentó y expresó:

—Quisiera que pudiera cederme una alcoba aquí, en el teatro.

El señor Colinwood abrió los ojos con pasmo.

— ¿Cómo dice?

—Estuve pensándolo bien. Mi casa es un lugar pequeño, no puedo ensayar las obras con la voz alta. Los vecinos me oyen y no me agrada mucho.

—Su voz no tiene por qué causarle timidez, señorita Legendre.

—No es eso. Pero siento que necesito más privacidad para cantar. Si practico aquí todas las tardes como suelo hacerlo en mi casa, sé que estaré más cómoda.

—Pero...

—Por favor, profesor Collinwood. Es muy importante para mí —Rogó casi desesperada.

Janick quedó abstracto.

—Lo siento, Ada. Cuando el teatro cierra, nadie queda adentro. Si ocurre algún accidente, no habrá nadie que la pueda socorrer.

Eso no es cierto, pensó en discutir ella, pero sutilmente expresó:

—No le pido permanecer aquí, sólo que me preste un cuarto para ensayar todas las tardes. Quisiera un lugar alejado, una sala en desuso quizá.

Collinwood la miró con recelo.

Ada temió que su profesor maliciara sobre su pedido, entonces indagó:

—El aula que se utilizaba para música ya no es empleada, ¿cierto?

—No, porque tiene goteras los días de lluvia y el piso de madera se pudrió por esa razón.

—La quiero —Sonrió Ada entonces—. La utilizaré, no me importa en qué condiciones se encuentre.

—Pero, Ada...

—Señor Collinwood, se lo ruego —insistió—. Allí practicaré más concentrada las obras para el espectáculo de fin de año.

Janick suspiró vencido.

—No quisiera tener problemas con el personal. No deberá más que salir y entrar pura y exclusivamente a ese cuarto, ¿está claro?
Ada rió con emoción.

—Muchas gracias, profesor, pero, ¿de qué personal me está hablando si usted es el dueño de todo este lugar? —Volvió a reír. Evidentemente él temía que descubrieran a Zephyr.
El hombre explicó:

—Tengo empleados que vigilan todos los rincones del teatro, pues no me gustan los fisgones. Pero confío en que usted no es una y no se meterá en líos.

—Claro... —Sonrió con culpa. Le había fallado de antemano a su profesor.

—Muy bien, acompáñeme. La conduciré al antiguo cuarto de música.

El enigma del teatro CollinwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora