Capítulo 4

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Narra Edmund Pevensie

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Narra Edmund Pevensie

_______ y yo decidimos que le enseñaré todo para ser una buena espadachín.
Después de que todos los marineros siguieran con sus deberes le pase una espada liviana pero filosa a _____, ella la tomó con fineza y se tomó la libertad de observarla.

-Es hermosa -Comentó contemplando la bella espada.

-Si que lo es -Concorde- Pero ahora la vas a usar como tu arma de protección, este lugar no es tan Santo como parece.

-¿Qué es lo que has vivido aquí cómo para decirme eso? -Me preguntó acariciando la espada con las yemas de sus dedos.

-Demasiadas cosas.

______ me miró con intriga esperando que le pusiera contexto a mi respuesta. Pero en lugar de eso empece con la clase.

Le enseñe a bloquear ataques enemigos, ponerse a la defensiva, entre otros arremetidos.

-¿Quieres cinco minutos de descanso? -Le pregunte viendo como bajaba la espada lentamente por el cansancio.

-No los necesito -Se volvió a poner a la defensiva.

-Claro que si -Insistí.

Sabía que si seguía así, lo más probable es que termine en el suelo desmayada por exceso de esfuerzo. Nada grave, pero si preocupante.

-¿Cómo estas tan seguro? -Me miró dominante.

-Tus manos tiemblan, al igual que tus piernas, ya no puedes sostener bien la espada, se te va de lado y tu voz se escucha agotada.

Le sonreí para mostrar tranquilad, ella dejó la espada en el suelo y empezó a caminar hacia su alcoba.

-¡Bien! -Me gritó alejándose- Solo cinco minutos.

Reí ligeramente antes de guardar mi espada en mi funda, la cual se sujetaba de mi cintura con apoyo de una hebilla.

Fui hacia donde se encontraba Lucy, quien veía el paisaje con suma tranquilidad.

-¿Si navegamos hasta el fin del mundo solo caeremos por la orilla? -Interrogó inocentemente.

-Tranquila Lu, falta mucho para eso -Respondí tranquilamente.

-¿Así que siguen diciendo tonterías eh? -Eustace nos tomó sorpresa, salía de las habitación de abajo, donde al parecer había tomada no una muy buena siesta.

-¿Ya te sientes mejor? -Lucy lo miró con cierta preocupación.

-Sí -Afirmó- Y no gracias a ustedes, suerte que tengo complexión de hierro.

Todos lo miramos irónicos, hasta que Reepicheep apareció por arriba de nosotros, sosteniéndose de una biga de madera.

-¿Ya recuperaste tu equilibro? -Le preguntó.

𝓜𝓸𝓷 𝓪𝓶𝓸𝓻𝓮 [Edmund Pevensie] (Terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora