FIRST NIGHT

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La delgada cortina que caía hasta el suelo se mecía suavemente con la brisa que se colaba a través de la ventana entreabierta, apenas refrescando el cargado ambiente de la habitación. 

Volkov, tumbado boca arriba sobre el edredón, con las manos tras la cabeza, mantenía la vista fija en la oscuridad del techo. Como ya se esperaba, no podía dormir. 

Horacio todavía no había vuelto, y el antiguo comisario se sentía un extraño en aquella enorme casa vacía. Cambiando por un momento la postura, miró las manecillas luminiscentes de su reloj de muñeca. Las dos de la mañana. 

Sabía perfectamente que su trabajo no tenía horarios fijos, y no tenía ninguna prisa por volver a esa rutina. De hecho, no tenía ninguna gana de hacerlo. Pero la voz de Horacio pidiéndole que volviera, con esa sombra de súplica oculta bajo su tono suave y que pretendía ser desinteresado, volvía a resonar en sus oídos una y otra vez. 

Le había tomado muchísimo tiempo y valor enfrentarse a los superiores que le habían mantenido atrapado en el trabajo, no quería volver, no podía volver. 

Pero Horacio...

Suspiró profundamente, pero el ambiente cálido del dormitorio no le permitía despejar sus pensamientos. La fresca brisa que se colaba por la ventana acarició su piel, invitándole a salir. 

Se levantó de la cama y salió de la habitación. El suelo estaba fresco bajo sus pies, y la casa oscura y silenciosa.

Inspeccionó sin prisa, y sin vergüenza ahora que los ojos del agente del FBI no estaban posados sobre él. A excepción de la habitación en la que él se quedaba, la casa gritaba "Horacio" por los cuatro costados. Y no podía decir que eso le desagradara. Acostumbrado a decoraciones sobrias y asépticas, no era habitual que se encontrara cómodo en un entorno como ese, pero aquella casa tenía algo especial, algo que había apreciado con alivio nada más atravesar la puerta junto a su "amigo". A pesar de lo cambiado que lo había encontrado, del peso, la responsabilidad y el dolor que cargaba visiblemente a sus espaldas, en la intimidad Horacio seguía siendo el mismo. 

Una brisa fresca y rejuvenecedora acarició su rostro al abrir la puerta de la casa. La dejó entornada, asegurándose de que no se cerraba por completo, y se adentró en el césped del jardín. La hierba fría le hacía unas agradables cosquillas en los dedos de los pies. 

El brillo de una farola que iluminaba el terreno se reflejaba en el agua de la piscina, que producía un ligero chapoteo al golpear, casi acariciar, las paredes de piedra. Se acercó al borde y rozó el agua suavemente con el pie. Fría. 

- ¿Vas a darte un baño a estas horas?

La voz de Horacio a su espalda le sobresaltó. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? 

- Joder Horacio, vaya susto. - Refunfuñó un poco, aunque la sonrisa asomó a sus labios nada más escuchar la suave risa del hombre que le observaba a unos metros de distancia. 

- Puedo dejarte un traje de baño si quieres.

Horacio parecía cansado. Llevaba la misma ropa negra de aquella tarde, aunque se había quitado la gorra y la cresta caía aplastada en todas direcciones, reforzando aún más ese aspecto de cansancio, aunque también le hacía parecer más joven. 

- No, no es necesario. No pensaba bañarme. Sólo paseaba. 

- ¿No puedes dormir? 

Volkov negó con la cabeza y siguió a Horacio hacia el interior de la casa de nuevo. Éste encendió todas las luces al entrar, como si quisiera ahuyentar cualquier resto de la oscuridad que hasta ese momento parecía acechar en cada esquina. 

A REASON TO STAY - VOLKACIO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora