Twenty-ninth night

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Apagó el motor para que no hiciera ningún ruido. Apagó también las luces y esperó varios segundos pero la carretera que llevaba a su casa parecía vacía. Había comprado aquella mansión precisamente porque apenas pasaba nadie por allí, y en esta ocasión eso era algo muy útil. 

El rugido de una moto resonó a lo lejos y todos sus músculos se tensaron, pero el vehículo no llegó a pasar por su lado. Seguramente se dirigía a alguna de las casas que se encontraban más abajo en la ladera de aquella colina.

- Bueno, al parecer ahora me he vuelto un paranoico... - murmuró mientras ponía de nuevo el coche en marcha y recorría los últimos metros hasta llegar al gran portón de hierro que se abrió a su paso. 

El coche de Volkov ya estaba cuidadosamente aparcado frente al garaje. Su corazón se aceleró ligeramente y estacionó junto a él. 

Tan sólo la pequeña lámpara del salón estaba encendida, pero no había nadie en el piso de abajo. Un agradable olor salía del horno y el sonido del agua corriendo en la ducha le indicó dónde se encontraba su compañero de casa. 

Lo primero que hizo fue quitarse la ropa y arrojarla al interior de la lavadora. Todavía notaba la sensación pegajosa de los brazos de Dex rodeando su cintura, su pecho pegado a la espalda atosigándolo con un calor agobiante.

Tan distinto a Volkov. 

Las veces que habían viajado en moto, Volkov se había agarrado a los lados del asiento, y cuando Horacio, con toda la intención, había acelerado más, se había sujetado a su cintura con cuidado, con timidez, como si no tuviera ningún derecho a tocar su cuerpo. 

Subió a su dormitorio y se tumbó en la cama todavía en ropa interior, con las manos detrás de la cabeza y la mirada perdida en el techo. Sus pensamientos dedicados al hombre que se duchaba al otro lado de la pared. Una voz desagradable resonó en su cabeza.

"¡Es que Dex y tú hacen muy bonita pareja! Si Volkov no hace su trabajo en cuidarte como debe ser, pues obviamente voy a traer a alguien que te cuide."

¿Por qué esa mujer no se cansaba de mangonear su vida? Sentía que no tenía control sobre nada, como una marioneta propiedad de una niña chillona, cruel y malcriada que sólo quería verle sufrir. 

Lo peor no había sido la decepción que se había llevado sobre el tipo de persona que era Dex, ni darse cuenta de que siempre había sido así pero él había estado demasiado ciego para verlo. Lo peor tampoco era entender que su regreso también parte del plan de Maia. 

Lo peor era esa duda que había instalado cada vez con más fuerza en su cabeza. Que Volkov también era parte de todo eso, que no había sido sincero, que no era más que trabajo para él. 

"¿Estás seguro de que para él sólo eres trabajo, Horacio?" La voz de Ebaristo interrumpió ese monólogo interno, casi como si estuviera allí mismo, a su lado.

Claro que no estaba seguro, el problema era que tampoco estaba seguro de lo contrario. No estaba seguro de nada, y eso lo estaba consumiendo por dentro.

El ruido del agua se detuvo y Horacio se incorporó, apoyando ahora la espalda contra el cabecero de la cama. De alguna forma se sentía menos vulnerable así. No pasaron muchos segundos hasta que la puerta del baño se abrió.

- ¡C-coño, Horacio! No sabía que habías llegado ya.

"¿Qué es lo que te hace feliz a ti, Horacio?"

Volkov se había detenido junto a la puerta y le observaba entre sorprendido por su llegada y avergonzado por su desnudez. Varias gotas abandonaban su pelo empapado para caer sobre sus hombros y su pecho, y deslizarse por su piel hasta la toalla que permanecía anudada a su cadera.

A REASON TO STAY - VOLKACIO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora