El corazón bombeaba en su pecho casi con la misma fuerza con la que la gotas de lluvia golpeaban el cristal de la ventana.
Aquella repentina tormenta de verano descargaba en ese momento toda su furia contra Los Santos, refrescando el caluroso ambiente que había empapado su ropa de sudor a lo largo de todo el día.
Apoyó las palmas de las manos sobre la encimera de la cocina y suspiró profundamente, con la cabeza baja y los ojos cerrados. Demasiadas cosas habían pasado ese día y, más que nunca, necesitaba tiempo para asimilarlo.
Quería darle una respuesta, claro que quería, pero cómo. Cómo, si cada vez que lo tenía delante mirándole de esa forma sentía que le fallaba la voz, que las palabras se mezclaban unas con otras hasta formar un enredo inteligible.
Cómo, si con cada una de sus insinuaciones su cerebro se convertía en corcho inservible, incapaz de realizar las funciones más básicas, incapaz de reaccionar.
Se descubrió pensando en los consejos de Greco. Si hubiera guardado su número cuando se deshizo del teléfono móvil que tenía en Marbella no dudaría en llamarle en ese mismo momento. Suspiró otra vez y se incorporó finalmente. Había dicho que iba a preparar la cena, y la cena prepararía.
Con lo poco que quedaba de aquella compra que Pamela y Axel le habían llevado unos días antes pudo improvisar un plato de patatas y verduras que sólo tenía que dejar en el horno unos minutos. Los suficientes para darse una ducha y quitarse por fin esa camisa que había llevado todo el día.
Nervioso, y por la necesidad de hacer algo con las manos, deslizó los dedos por la pared mientras subía por las escaleras. La puerta de la habitación de Horacio seguía abierta, y el tenue reflejo rojizo indicaba que las luces junto a la cama estaban encendidas.
- ¿Horacio...?
No recibió ninguna respuesta, pero decidió creer que le había escuchado.
- Voy a... mi dormitorio a por algo de ropa y después me daré una... una ducha mientras se cocina la cena.
Escuchó unos sonidos provenientes del interior del cuarto, el ligero roce de las sábanas y unos pasos, y pocos segundos después Horacio aparecía frente a él. Todavía estaba en ropa interior.
- ¿Quieres... que ahorremos agua?
Demasiado sugerente. Desde su mirada, fingiendo timidez, pasando por sus labios húmedos, por su postura, casualmente reclinada contra el marco de la puerta.
- Yo, ehm... si crees que es necesa- Su propia tos nerviosa le interrumpió, como si algo dentro de él se negara a decir algo así.
- Mejor me voy a ver qué tal va la cena...
- Sí, mejor...
Había estado a punto de aceptar, como tantas otras veces ese día. Su mente daba mil vueltas mientras abría el grifo para darse esa muy necesitada ducha de agua templada.
El agua golpeaba su cabeza y su cuello, relajando sus músculos, despejando sus ideas.
No pensaba que fuera a encontrarse en esa situación tan pronto. Su relación había ido creciendo en cercanía día tras día, dormían juntos, se cuidaban, se acariciaban... incluso se habían besado la noche anterior.
Un beso que para él había significado todo. ¿No estaba todo claro así? ¿No podían simplemente seguir avanzando despacio, dejando que los momentos surgieran de manera natural?
No. Horacio necesitaba palabras. Y las palabras eran el enemigo natural de Volkov. Podía abrazarle, tomarle la mano, mirarle a los ojos... pero formular frases coherentes sobre sus sentimientos era demasiado para él.
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A REASON TO STAY - VOLKACIO
FanfictionDespués de tantos años, Horacio le ha pedido a Volkov que vuelva a Los Santos y que se quede junto a él en el FBI. Volkov no quiere volver a su antigua vida, pero sí que hay un motivo por el que podría querer quedarse... Horacio. (Historia corta in...