Thirty-fifth night

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Su intención había sido acercarse a la sede, recoger a Mika y sus pertenencias de la taquilla, y volver a casa. "Nuestra casa" había dicho Horacio. Y se había sentido bien, se había sentido correcto aunque no pudiera recordar por qué.

No obstante en la sede se encontró con Alanna y la jornada se había alargado más de lo debido. Aquella alerta de tiroteo se había complicado tanto que pasaron un par de horas hasta que pudo cumplir lo que tenía planeado cuando abandonó la mansión.

Acababa de meter a Mika en el transportín que habían utilizado Parker y Alanna para llevarla hasta la sede unas semanas antes, cuando sonó su teléfono. El nombre de Horacio brillaba en la pantalla.

- ¿Priviet?

- ¿Dónde estás?

- Eh... en la sede... Estaba recogiendo mis cosas antes de... de regresar a casa.

- ¿Pero de qué cosas hablas?

- Pues de... de varias cosas que he adquirido en los últimos días... Como ropa para el invierno y... diferentes... posesiones.

No sabía por qué sentía la necesidad de justificarse con él.

- Bueno... ¿y vas a venir a cenar, o qué?

- 10... 4. En seguida llego... ¿Es necesario que me detenga en alguna tienda para adquirir algo?

- No hace falta. Ya he pedido cena... No tardes.

- 10-4.

No estaba seguro de si aquellas dos últimas palabras habían sido una orden, pero en cualquier caso, obedeció. Pocos minutos después entraba con su nuevo Dominator en el patio de aquella mansión que le resultaba desconocida y familiar a partes iguales.

Frunció ligeramente el ceño al ver otro Dominator aparcado a la puerta de aquel garaje, y estacionó junto a éste. Era negro, y un modelo ligeramente distinto, pero en esencia se trataba del mismo vehículo.

Qué casualidad, pensó, sacando la bolsa de tela con su ropa y el transportín de los asientos traseros del coche y llevándolo todo en un sólo viaje hasta la casa. Utilizó por primera vez las llaves desconocidas que se encontraban entre sus pertenencias cuando había recibido el alta del hospital, y como esperaba, encajaron a la perfección en aquella gran puerta de madera.

Lo primero que hizo al entrar fue dejar a salir a la gata que, recelosa por lo cambiado que estaba su hogar, comenzó a explorar poco a poco, olisqueando con cuidado todas las esquinas. Lo segundo, fue quitarse el calzado, a sabiendas de que a Horacio no le gustaba que su nueva casa se ensuciara.

Por encima de la irritante melodía navideña del árbol del salón, una suave música venía de la cocina, una melodía ligera que no acababa de reconocer. No se parecía a esa música sensual que Horacio había puesto a todo volumen en su dormitorio.

Se acercó un poco para escuchar mejor. "Qué te voy a decir, si yo acabo de llegar". Horacio también cantaba, no afinaba demasiado pero tampoco alzaba la voz, casi como si estuviera tarareando. Volkov frunció ligeramente el ceño al sentir una leve presión en el pecho.

"Si esto es como el mar, quién conoce alguna esquina". Se asomó a la cocina y vio a Horacio cortando en porciones una pizza que todavía estaba dentro de la caja en la que la había recibido.  Estaba de espaldas a él, sumido en su música y en sus acciones. Claramente no le había escuchado entrar.

Se había puesto una camiseta y unos pantalones de chándal, y su pelo estaba húmedo, probablemente se habría duchado hacía pocos minutos. Una sensación nueva afloró en su pecho. ¿Calidez?

A REASON TO STAY - VOLKACIO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora