Un cuento de hadas

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-Anoche tuve un sueño...

- ¿Tengo que escucharlo? - preguntó Ana aún somnolienta, en la cama contigua.

-Yo era una princesa, mi lacio cabello negro siempre estaba peinado en un chongo que sostenía una tiara de diamantes que adornaba mi cabeza, usábamos los mejores vestidos del reino, los más pomposos y hermosos que haya visto jamás.

Vivía en un enorme castillo junto con mi hermana Hilary y mi padre era rey de aquel extraño reino, mi madre ya había fallecido y en el hermoso jardín, que adornaba la parte trasera del castillo, se alzaba su tumba en medio.

Mi hermana, al igual que yo, usaba una hermosa tiara entre sus hermosos rizos dorados, usaba extravagantes vestidos de fiesta y era aclamada por todo su reino por ser tan hermosa.

Era un pequeño y acogedor reino que avecinaba otro más grande, ahí vivía un guapísimo príncipe llamado Carlos...

-En serio- interrumpió Ana la historia entre risas burlonas- ¿Carlos es el príncipe encantador?

-Sí, no me interrumpas- contestó Carolina molesta- ¿En dónde estaba? Claro, mi príncipe encantador... Solía hacer enormes fiestas en su enorme castillo, todo el pueblo se amontonaba afuera para poder entrar, la música sacudía las paredes del castillo, solo los mejores dj's tocaban ahí, haciendo sonar las bocinas colocadas por todo el castillo... bum, bum, bum...

Eran las mejores fiestas de todo el reino. Mi hermana y yo siempre éramos invitadas VIP por supuesto, éramos las princesas del reino vecino. Aquel día nos llegó la invitación de una fiesta que se iba a llevar a cabo aquella noche, obviamente invité a mi mejor amiga, una pequeña duende llamada Ana...

-Te odio- interrumpió molesta.

-Pero era una hermosa duende, de cabellos rosas y lacios, piel violeta, orejas grandes y en punta, lo siento- le sonrió- aquella noche usabas un hermoso vestido rosa, mi hermana, que era más popular que yo, invitó a sus cuatro amigas hadas.

Ana la observó enojada.

-Perdón, no controlo mis sueños. Pero bueno, como decía... Aquella noche me puse un hermoso y pomposo vestido azul, como los que usaban en esa época, mientras que mi hermana un bonito y pegado vestido rojo, ya sabes, como los suele usar, poco después subimos a un majestuoso carruaje blanco, más grande que el de cenicienta, más bien era una limosina y todas nos dirigimos a la gran fiesta. Había gente y criaturas mágicas por todas partes, todos esperando a entrar.

Hilary y sus cuatro amigas, fueron las primeras en pasar, todos les tomaban fotos y se amotinaban para pedirle un autógrafo, nosotras caminamos detrás de ellas, posando para las cámaras y regalando sonrisas.

La fiesta era fabulosa, el enorme castillo estaba a reventar, todos bailaban y saltaban. Arriba, en el trono, se encontraba el príncipe junto con sus mejores amigos, dos guapísimos y musculosos chicos, uno alto, de cabellos negros como el carbón de ojos azules, hijo de la mano del rey, el otro de cabellos chocolate, ojos color miel y una sonrisa tan cautivadora que cualquiera se derretía a sus pies, era el hijo de un Conde, pero el más guapo de todos era Carlos, con sus despeinados cabellos rubios cayendo sobre esos hermosos ojos azul rey que te hacen perderte en su mirada- suspiró- y entre ellos, se asomó aquel extraño chico, no era ni guapo ni agraciado, tampoco tenía dinero, era tan solo el hijo de un panadero, pero había algo en su mirada que llamaba mi atención...

-Si no me equivoco el hijo de la mano es Eduardo y el hijo del conde es Gabriel- dijo Ana pensativa- ¿Quién es el otro? No me digas que es...

NIGHTMARE FAIRYTALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora