«Mi corazón seguirá adelante»
Park Sunghoon un joven clase alta abandono a su arrogante prometida por un chico humilde llamado Jake, la única persona que lo hizo feliz.
Una trágica historia de amor en el Titanic, que acabó con miles de almas en ta...
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"El Titanic era llamado el barco de los sueños"
Un día de Abril de 1912, una gran multitud de personas se encontraban corriendo de lado en lado, con maletas en las manos. Todos muy apresurados por la emoción de subir al Titanic, un barco tan grande, una novedad para todos, estaba por realizar su primer viaje de inauguración.
La gente de tercera clase era revisada en la parte baja del barco, precaviendo que no llevaran consigo piojos.
Las personas contemplaban lo enorme que era el barco, despidiéndose de sus familiares que ya estaban a bordo, sonriendo y gritando por la despedida.
Los autos de las familias de clase alta comenzaron a estacionarse al llegar al muelle.
Un chico pelinegro de apariencia elegante, ropa cara y rasgos muy finos, bajaba de uno los autos, estaba siendo atendido por sus mayordomos que subían su equipaje al barco.
Su nombre era Park Sunghoon, hijo de una familia prestigiosa en aquella época, acomodando su ropa al pisar el muelle y levantar su mirada sin interés alguno.
—No veo porque tanto alboroto, no se ve más grande que el Mauritania —Dijo aquel pelinegro sin interés.
—Pueden aburrirte muchas cosas Sunghoon, pero no el Titanic, mide 30 metros, mucho más que el Mauritania —Bajo una chica rubia detrás de él.
Una dama muy hermosa al igual que aquel pelinegro, rasgos muy finos y de una familia con mucho poder.
—Su hijo es muy difícil de impresionar señora Park —Sonrió aquella chica y tomó el brazo del pelinegro, que seguía mirando con desinterés el barco.
—¿Este es el barco que dicen que no puede hundirse? —Bajo del auto una señora de unos cincuenta años riendo.
Era la madre del pelinegro, ella tenía un guardaespaldas, era el señor Kim y lo cuidaba de cualquier peligro que se asome... cosa que incomodaba a Sunghoon.
—¡Pasajeros de primera clase, prepárense para abordar al barco! —Grito uno de los ayudantes.
—Es por aquí —Señaló la rubia, unas escaleras que daban directo a una de las puertas del barco.
Los tres caminaron entre la gran multitud de personas que esperaban con ansias su turno.
Al subir las escaleras, aquel pelinegro sintió una ráfaga del viento chocar contra su rostro y un pequeño suspiro salió de él al ver que era su turno abordar.
Era el barco de los sueños para todos los demás, pero para el era un barco de esclavos que lo regresaba encadenado a América.
Por fuera era todo lo que un chico buen educado debía hacer, pero por dentro estaba gritando.