«Mi corazón seguirá adelante»
Park Sunghoon un joven clase alta abandono a su arrogante prometida por un chico humilde llamado Jake, la única persona que lo hizo feliz.
Una trágica historia de amor en el Titanic, que acabó con miles de almas en ta...
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Ambos llegaron al bote, ignorando a Giselle que estaba al lado de ellos. Uno de los capitanes estaba llamando a los hombres de clase baja para que subieran dejando atrás a los demás, no dejaría a su castaño solo.
—No voy a irme sin ti, Jake, subirás por mi.
—No Sunghoon, es tu oportunidad de sobrevivir no me iré yo
Giselle se les acercó, al verlo todo mojado se hizo la buena con Jake y le dio su abrigo insistiéndole de que suba al bote.
—Jake sube con Giselle, hay un bote para hombres allá atrás—me dijo el pelinegro tomándolo de las mejillas—Yo iré a ese bote y estaré bien.
Jake asintió y lo beso, uno de los capitanes lo ayudó a subir al bote. Sunghoon se quedo mirándolo sonriéndole pero el no lo hizo. El bote comenzó a bajar lentamente.
Sunghoon se despidió con una mano, parecía una despedida, una despedida llena de gritos y desesperación de la gente la cual no quería hacer.
Sabía que el pelinegro le estaba mintiendo al decir que iría en otro bote, era el ultimo de los botes, ya no había ningún otro. No podía dejarlo ahí solo.
Jake no pudo mas, aparto a todas las personas que había a su lado y salto hacia la cubierta.
El capitán le gritaba por lo que había echo, mientras que los demás lo ayudaban a subir, Sunghoon corrió para darle el encuentro.
Empujando gente, Jake corrió desesperado hacia los brazos de su pelinegro, ambos se encontraron en el salón del reloj, se vieron y se dieron un gran abrazo.
—¡Jake! ¿Por que hiciste eso? ¡Era tu oportunidad de sobrevivir!
—Tu saltas yo salto... ¿Recuerdas?
Los dos sonrieron, ya no le importaba si iban a morir, al menos lo haría con Sunghoon a sus lado.
Giselle los persiguió pensando que el pelinegro estaba loco al perder la oportunidad de irse en un bote, entonces no soportó ver mas a su prometido en manos de otro hombre y saco un arma para dispararles.
Por suerte esquivaron la primera bala, pero luego al ver que iba a seguir disparándoles ambos se tomaron de las manos y salieron corriendo.
Bajaron por las escaleras, era el único lugar donde no había gente y estaba lleno de agua. la rubia seguía disparando, pero por el agua no podía seguir corriendo y la perdieron de vista.
—Bueno, al menos tengo broche de diamantes—dijo guardando el arma, buscando en todos sus bolsillos —¿Dónde está?
El señor Kim fue con ella y suspiró.
—Señorita, usted le dio el abrigo al señor Shim, significa que el tiene el broche.