CAPÍTULO 3
El niño
¿Nunca han sentido cómo tú mundo se desborona ante una realidad adversa? Son muy escasos las veces que sientes que toda tu realidad, tu versión de la historia, se hace trizas con tan solo una palabra diferente: " No fue real".
"¡Lorens, Lorens!"
Es la voz de mi Leonard...- Lorens, debemos ir al médico, me preocupa qué el golpe que te diste te haya provocado una conmoción cerebral, estás presentando todos los síntomas.
Leonard toma un suéter, toma mis llaves de su escritorio junto con mi bolso y el resto de mis pertenencias, y me hala del brazo repitiendo consecutivamente que debemos ir al médico. Amo cómo se preocupa por mí, pero aún así sigo insistiendo que estoy bien y que no debemos ir al médico ¿Qué pasará con mis clases? ¿Y sí llaman a mi mamá? ¿Qué le diré?Después de haber tomado mis cosas; atravesamos las escaleras que llevan al primer piso de la casa de Leonard, en su trayecto observo con nostalgia los cuadros colgados en el muro mientras bajo las escaleras. Son pequeñas fotos de Leonard y yo, fotos en donde la vida era tan fácil, dónde no nos preocupamos por entregar trabajos o mantener una casa, fotos donde solo éramos un par de niños inocentes. ¿Cuándo ocurrió? ¿En qué momento crecimos?
- ¡Súbete! - me exige Leonard, mientras que su mirada recae en mi auto. Noto que realmente está preocupado y sin reprocharle nada me subo.
Al subirme en mi auto, delicadamente me siento mientras qué mi mirada está en el vacío. Pienso en mi falso accidente, es qué... el perro, la sangre en mi cara, todo fue tan real y... ¡Charles! ¿Quién es él? ¿Porqué fue él quién llamé primero? ...
- Me preocupa Lorens, esa caída es peligrosa, debemos hacerte... - Y es ahí donde Leonard nota que no necesito saber qué pasa o qué me puede ocurrir, solo observa mi expresión desalentada.
Después de pequeños susurros maldiciendo al aire, finalmente aguarda silencio, finalmente puedo pensar.El soplo del aire que entra por la ventana, recorre cada parte de mi piel, mi falda que con mucho esmero arreglé hoy, reposa en mis piernas canelas más arrugada que nunca. Me observo en el retrovisor izquierdo de mi auto tratando de arreglar mi vestuario, mientras que Leonard maneja callado observándome desde el rabillo del ojo. Tengo los ojos hinchados y mis labios están muy resecos. ¡Doy Pena!
Después de unos 20 minutos conduciendo por la avenida en silencio, finalmente llegamos al Hospital. ¡Aquí vamos!
Cruzamos la puerta de entrada del Hospital y un escalofrío invadió sin previo aviso todo mi cuerpo, los llanto de los niños y los gritos de algunas madres retumban mis oídos. Siempre he pensado o he visto a los hospitales como una fuente de emociones, en éste tipo de lugares te encuentras con la tristeza, alegría, llanto, desolación, con enfermedades particulares, con dolor, con esperanza de toda clase de personas. Te hace valorar cada segundo de tu vida. Te enseña hacer agradecido o incluso conforme con la vida.
Pero algo que nunca me gustó de los hospitales, es la incertidumbre que aquí existe; me parece desesperante él no saber que puede ocurrir o cómo podría reaccionar. La incertidumbre es el peor estado que puede haber.
Caminamos por un pasillo largo, el frío invadiendo mis huesos, mi ojos encontrándose con la desilusión en la miradas de las víctimas cuyo cuerpos reposan en esos helados bancos de metal, quizás esperando una buena noticia. La luz blanca excandece mi mirada y gritos y risas inundan mis oídos.
Camino detrás de Leonard desesperadamente, mientras que él, busca alguna enfermera que pueda atendernos.
- Lorens, tenemos que buscar la manera de que te revise un Neurólogo, para verificar que el golpe no te haya causado ningún efecto.- No quiero, no deseo. Ando impaciente y solo anhelo salir de aquí, irme a mi casa.
- Leo, no quiero estar aquí; además, para que un neurólogo me revise debemos haber apartado una cita. ¿Y ya la tenemos?- Lo observo mientras que su reacción me da la razón - ¡Mejor Vámonos! - Le suplico, en serio no quiero estar aquí.
- Cariño - Me dice tiernamente - Necesito al menos intentar qué alguien te revise, déjame encontrar una enfermera y si no encontramos a nadie, te prometo que nos vamos- Y con mi último suspiro, asiento.