CAPÍTULO 7

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                           Capítulo 7:
                 Efectos prolongados:

¿Han visto alguna vez la extravagancia en los niños? ¿Lo parecido que pueden llegar a ser? ¿Podría ser coincidencia lo aproximada que esa bebé y yo nos parecemos?
Para muchos, no sabrían reconocerse en una foto de cuando eran bebés. Pero para mí, es sencillo, gracias a mí lunar en forma de gota de agua, ubicado en el cuello debajo de mi oreja izquierda es mucho más fácil poder reconocerme en una foto, sin mencionar mi cabello ondulado y mi piel morena.
Repito: ¿Qué tanta coincidencia podría haber en esto?

Ya ni podría definir mi estado actual, estar anonadada no aclara mis confusión. Últimamente han ocurrido cosas singulares, muy particulares, qué me ha sacado completamente de mí credibilidad. ¿Por qué el profesor Richard tiene una foto de mí? ¿Para qué la tendría? He observado que estos últimos días se está comportando muy raro conmigo, ¿Por qué cambiarían al antiguo profesor? ¡Según mi opinión crítica, él hacía muy bien su trabajo! No me gusta el Señor Richard cómo profesor ¿Debería anunciar esto en la coordinación?

— Señorita Thompson, ¿Qué opina usted sobre la teoría de Darwin?— me toma desprevenida la señorita Style.

— ¡Ehh! No sé que decirle disculpe.

— ¿Cómo que no… —

Y su voz se fue desvaneciendo para luego escuchar susurros.. ¿De dónde vienen éstos murmullos? Volteo a mí alrededor desenfrenadamente, todo se nubla en blanco, y aún sigo  sin hallar la fuente de aquellos  alarmantes susurros.
Me empieza a doler la cabeza, siento cómo mi respiración se entorna en la agitación junto con los latidos de mí corazón. Sudor frío baja de mi frente, y los susurros no cesan. 

¡CÁLLENSE!
Grito

Las voces de los alumnos sumado al murmullo agobiante estremece mi estabilidad.
Observo a todos susurrando mientras su mirada de lástima cae sobre mí, la maestra llamando a los paramédicos.
Pero nada de eso mi importa. Deseo que se callen. Desaparece, no quiero oírte.
Son muchos susurros, no logro interpretar uno. Me agarro la cabeza, y de un momento a otro, tiro mis cosas.


¡DÉJENME EN PAZ!

Leonard Walker:

Lorens se encuentra tirada en el suelo, gritando, obsoleta a escuchar opiniones, consejos, consuelos.
Me tiro junto a ella, tratando de calmarla, de hacerla ver la realidad, pero ella se hala de sus cabellos mientras repite consecutivamente que la dejen tranquila. ¿¡Que hago!?
En la escuela no te enseña cómo calmar a una esquizofrénica.

— Lorens, cariño, cálmate. ¡No es real, ignóralos! — Intento calmarla pero mi voz no sale con fuerza de mis labios

— ¡Déjame! ¡Aléjate! — grita mientras sus lágrimas recorren cada hermoso fragmento de su piel.

— Lorens, yo… yo te amo. Escúchame a mí, no a esas voces, tú puedes. ¡Mírame pequeña, mírame solo a mí!— lágrimas recorren mi piel, mi voz quebrantada. Pero ella no me escucha solo intenta rasguñarse a sí misma, pero no lo logra porque yo le sostengo con fuerzas las manos.

— Lorens, por favor! — le suplico — mírame, tú puedes. — le lloro.

Pero todas mis súplicas, mis lágrimas, fueron en vano.

— Sr Walker, apártese de la señorita Thompson. Ya vienen los paramédicos.— me notifica la profesora.

Solo logro asentar. Me retiro de Lorens maldiciendo al aire por todo lo que está pasando, por todo lo que empezará a ocurrir. ¡Pero no te dejaré, mi pequeña!.

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