Evadí su mirada. Era hora.
—Vamos al punto, cariño. ¿Por qué te fuiste de Weilheim? ¿Acaso ya no me amabas? Yo...
—No fue así. —repliqué herida. Había sacado sus propias conclusiones sobre mi partida y eso me sacaba de quicio. Pero era obvio que no. «Te amé, te amo y te amaré.» lo escribí porque sabía que dudaría.
—Mi madre me obligó a estar en Standford. Yo también quería ir porque era uno de mis mayores anhelos.
Se produjo un silencio medio tranquilo y fatigoso. Y volvió el rubio camarero con nuestros pedidos.
—Gracias. —musité y a cambio recibí una sonrisa.
Eché azúcar a mi bebida y Thomas hizo lo mismo solo que mirándome todo el rato.
—Tu sueño era ser futbolista y el mio era ser psicóloga. ¿Me dolió alejarme de ti? Claro que sí. Pero en ese tiempo mi madre tenía una responsabilidad conmigo ya que era menor de edad. ¿Comprendes? No te sulfures en el pasado.
—¿Y porqué? Acá en Alemania hay muchas universidades con prestigio.
—Ella ya había transferido mis papeles y yo lo único que pude hacer es aceptar.
Nuevamente, el silencio inundó nuestra conversación.
Terminamos el café al mismo tiempo. Thomas dejó un par de billetes y salimos de la cafetería. Antes de salir, enlazó nuestras manos y continuamos avanzando sin rumbo. Después del silencio glacial nos sentamos en una de las tantas bancas que había en un parque casi vacío a excepción de una pareja de ancianos rodando por la reluciente pileta.
—Perdóname, cariño. No sabes cuanto me arrepentí de no darte un último beso antes que partieras. —me observó con profundidad—. Fue como vivir sin corazón durante tres años.
Quería responderle de la misma forma en la que lo hacía él, pero se apresuró en añadir otro detalle. —Siento que este amor por ti ha crecido más de lo que puedas imaginar. —sonrió—. Y por eso, estoy dispuesto a que vuelvas a enamorarte de mí.
«Ya estoy enamorada de ti, bobo.» Pero no lo diría porque extrañaba el Thomas romántico de aquellos años en los que te sentirías como la más deseada del planeta cuando no era cierto.
—Yo...
—No aceptaré un no por respuesta y lo digo en serio.
Negué con la cabeza, divertida por la situación. Susurré un "de acuerdo" provocando la automática sonrisa de Müller. Poco después, bajé de su coche y le dediqué una ligera sonrisa antes de entrar a casa. Pero el hombre seguía con las mismas tradiciones de cuando eran jóvenes: reclamo de beso de despedida. Blanqueé mis ojos, sostuve su rostro y casi le besé la mejilla. Casi... Se volvió a mis labios con frenesí. Le seguí el beso hasta que se nos acabó el oxígeno.
—Müller, un punto menos por falta de control. —imité la voz indignada de la profesora que reprochaba la mayoría del tiempo a mi amado en primaria.
—Perdón, señorita Schwarz, pero eso si va volver a ocurrir. —me plantó un beso en la mejilla y me guiñó el ojo derecho mientras se alejaba hacia su casa. Saludé a Cassie mientras corría escaleras arriba para dormitar como oso en invierno.
Ya echada, me detuve a pensar si debería ser honesta con él respecto a mis sentimientos. Quizás lo haría de poco a poco pero no tan apresuradamente. La distancia no solo potenciaba el amor, también podrían empezar desde cero y ver hasta que cierto punto era capaz de amarme como yo hago con él.
Esto es pone tan interesante como una película de acción. ¿Dónde están mis palomitas?
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I Still Love You [Thomas Müller]
FanficEs imposible olvidar cada uno de los besos y caricias que hemos compartido en todos estos años. Ahora eres libre. Quisiera cambiar todo esto y no estaría sufriendo como ahora. Te ama y te amará por siempre, Angie.