CAPÍTULO 23. Verdades al altamar.

92 9 2
                                    

El camino hacia la hacienda "La Noria" de Don Encarnación quedaba a 30 minutos de la mía en caballo, pero Indomable y yo íbamos tan aprisa que ni siquiera sentí pasar el tiempo. Pasaban de las 8 de la noche, la oscuridad ya había caído y la luna se asomaba con gran imponencia.

Al estar cerca, me sorprendí al ver cuanta gente había ahí dentro. La hacienda era grande, sin embargo no se trabajaba como era debido. Don Encarnación solo la mantenía estable, pero no le sacaba el provecho que debería. Apenas tenía unas cuantas reces y pocos metros de sembradíos. La casa era espaciosa y con un gran jardín, desde lejos se podía ver la gente ocupando casi todo el patio y amontonándose para entrar a la casa, que parecía estar ya llena.

Me baje del caballo y busque donde atarlo para comenzar mi búsqueda.

Al entrar a la hacienda, me pareció impresionante la cantidad de personas que había, lo bien vestidos que iban y las miradas de asombro sobre mí. Aunque en esos precisos momentos no me interesaban. Quizás no estaba vestida para la ocasión ya que llevaba mi ropa de trabajo, pero mi presencia ahí no era para causar una buena impresión.

Vi a María a lo lejos saliendo de la casa, bastante bien arreglada y con un vaso de alcohol en la mano. Extrañamente, hoy llevaba el cabello suelto. Me lanzo unos ojos de profunda desaprobación que me pusieron los nervios de punta, sin embargo quise guardarme el enojo para desquitarlo con Andrés. Esta vez no quería pelear con ella.

Deduje que Andrés estaría adentro también, así que camine hacia la entrada decidida, como si todos y todo a mí alrededor no existiera. Solo era yo, con ese gran coraje y deseo de venganza a punto de salir a la luz.

— Idalia... Que sorpresa verte por aquí... —sentí a alguien detenerme del brazo y voltee desconcertada.

Era el Doctor Garrido, con su buen porte como de costumbre y algo confundido.

— No estaré por mucho tiempo... — me solté de su agarre y volví a lo mío.

Al entrar a la casa, después de varios empujes de la demás gente me sorprendí al mirarla por dentro por primera vez. Era una hacienda muy lujosa y de lo más moderna... Aunque era de esperarse, ya que Don Encarnación viene de una familia muy rica y probablemente tenía en sus manos una gran herencia y una imagen intacta que mantener. Aunque debía aceptar que era un buen hombre, siempre se portaba bien con todos... Incluso conmigo, lo cual era extraño.

La gente estaba amontonada en cada rincón de esa mansión. Me levante de puntillas para buscar a Andrés, hasta que lo vi en la sala, sentado en un sillón, platicando y riendo con tres chicas lindas, jóvenes e ingenuas.

Vi a una empleada acercarse a mí y ofrecerme una bebida en su charola con vasos y la botella de alcohol.

Sin pensarlo, tome la botella y camine lentamente hacia ese hombre. La empleada me miro con gran impacto y una pisca de miedo, por lo que no dijo nada.

— ¿Extravagante? — escuche la voz de Andrés. — No lo creo... Digo, la hacienda es bonita pero cuando estuve al mando de la hacienda Rivera se miraba mil veces mejor... — alardeo, intentando impresionar a las chicas jóvenes que reían tímidas.

— Eso quiere decir, ¿Qué si estuvieras al mando superarías a la hacienda de "La Señora"? — pregunto una de ellas.

— Por Dios Antonia, ¡ni siquiera me compares con ella! Yo no solo soy un buen hacendado, también soy un buen capataz y sé administrar muy bien todo lo relacionado con mi hacienda... Cosa de la que no es capaz ni Idalia, ni Encarnación. Con mi experiencia me puedo dar cuenta de errores que a simple vista no se notan, pero solo alguien con una destreza como la mía se puede dar cuenta de esos detalles.

INDOMABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora