El techo de sink se había vuelto mi acompañante de meditación, él me habia tomado de la mano para darle la vuelta a mi mente en busca de respuestas filosóficas a mis preguntas fáciles, tanto así que para mi era complejo entenderlas. Esa noche... la recuerdo tan bien que permanece intacta, como una parálisis de sueño después de haber matado a alguien con tus propios dientes, sin saber que era en realidad lo que dios quería de mi, más que la devolución de mis propias acciones, era el amor al prójimo y a uno mismo. Era cruel, me desgarraba pensar en eso, volver a encontrar entre tanta mala obra, un motivo para ir al cielo.
Pero era la verdad, era mi verdad y mi vida había terminado así.
Él estaba desnudo, con su piel maldita hirviendo sobre las sábanas de nuestra cama forrada en seda, sudando en sexo, sudando por cargar un alma tan pesada. Al parecer estaba en su más profundo sueño cuando me levanté para ir a la cocina para buscar un poco de té y aclarar un poco más mis pensamientos. Ya no quería ver el teléfono, ni tampoco me saciaba el alcohol, como escape no tenía ningún arte que hacer y ya no me quedaba mucho tiempo tampoco. No me dijo nada, no se inmutó a preguntarme y tampoco quiso esforzarse en preocuparse por lo que estaba haciendo tan tarde en la madrugada. Me había acostumbrado a su actitud poco empática, sus ganas de destruir todo a su paso y sus malditos ojos desgarradores, ganadores de cualquier discusión que se planteara.
Observé por un momento lo que quedaba en la caja de té de la despensa, solo dos bolsas, así que le guardé una porque tenía buen corazón y no quería que luego se formara un problema por no ahorrar lo poco que nos quedaba de comida, sobre todo su jodido té. Cada vez había menos dinero y no era algo que me preocupara a mí, era un karma que estábamos pagando en vida, por más que tratáramos de buscar un buen futuro, el dinero se nos iba de las manos a penas lo teníamos, lo poco que nos quedaba se guardaba para sustentar la comida en casa y algunos que otros gastos en productos de limpieza. Sin embargo, a él si le molestaba lo material, tal vez porque siempre fue un signo de tierra, cruel y amargado, que buscaba siempre el orden entre su mente tan básica y triste.
Yo estaba angustiado en la cocina, tarareaba una canción entre mis recuerdos a las tres de la mañana, en medio de la noche y la luna llena. Solo me faltaba una cosa para volver a dormir, la leche que le iba a poner al té no estaba en ninguna de las despensas de la cocina, por lo que supuse que iban a estar en la despensa junto a las escaleras para el segundo piso.
Lo que me esperaba me iba a desgarrar y yo por algún motivo, ya sabía que venía el fin de mi destino.
Mis pies caminaban despacio por la madera vieja, sonaba por toda la casa si pisaba fuerte y no quería despertar a la bestia, así que fui de punta a talón como si fuera un bailarín clásico. Mis razones, había escuchado un sonido a mitad de la noche, proveniente de la puerta bajo a la escalera, donde se se guardaban las herramientas desde que el tío de Taehyung se había ido a vivir lejos de Busan. Nunca supe como no salí corriendo del miedo al cuarto, ni por qué había enfatizado tanto con mis poderes psíquicos de que algo malo, horriblemente malo estaba sucediendo dentro de mi casa.
— ¿Hay alguien ahí?
Mi mirada fija en el picaporte esperando a que se moviera, mis manos sudando en miedo, mis labios temblando en conjunto con mis dientes y el sonido de las ranas fuera describía la situación que estaba ocurriendo. La escena fue rápida, tan rápida que el quedarme atónito fue más una necesidad, tanto así que sentí como yo mismo me colgaba en esta soga de espinas hasta no volver nunca más.
Nunca debí abrir la puerta, pero lo hice porque así lo escribió destino.
Nunca debí soltar la leche al piso cuando lo vi tan roto y lleno de sangre en el suelo frío, su piel estaba llena en cicatrices desde las piernas hasta las mejillas y su mirada cristalina, pidiéndome ayuda, como un perrito faldero era lo último que podía recordar en vida. Todo lo hice sin saber que la causa de ese ruido costaría más que los latidos de mi corazón.
Nunca debí sentirme culpable.
Nunca debí haber confiado en él.
Nunca debí llorar porque ya era demasiado tarde para darme cuenta de que yo estaba haciendo un acto de bien, sacándolo del infierno caliente, de las rejas de su celda, de la tortura. Yo me preguntaba entonces, por qué había sido tan cruel en mi vida para dejar que estás cosas ocurrieran y cual sería mi siguiente destino, sin imaginarme que había llegado a su fin.
Nunca dudé en llamar a la policia luego de ayudarlo a ponerse las prendas para que se marchase tan lejos que Taehyung jamás lo pudiese encontrar otra vez, ni siquiera en la cárcel.
Nunca debí haber confiado en él, pero lo hice y fui su testigo.
Mi nombre es Jung Hoseok y mi vida terminó hace dos años, cuando ayudé a un chico indefenso a salir de mi casa porque mi novio lo había encerrado ahí hacía ya dos meses antes de mi muerte y nunca me di cuenta hasta esa noche. Le había hecho daño a dios, desconfiado de él al estar con el propio satán en vida y ese tiro ayudó a que pagara las consecuencias de mis acciones.
"Te atrapa sin que te des cuenta
Te das cuenta cuando sales
Piensas, ¿cómo he llegado hasta aquí?"☆ Neo ☆
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el mal querer ☆ kookmin
Fanfic+18 Inspirado en la novela Flamenca del siglo XIII y en el álbum El Mal Querer.